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Juan Carlos LATXAGA | Periodista y autor del blog Conversaciones en la Catedral

Un campo maldito para el Athletic

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En mi condición de periodista deportivo he visitado el Sánchez Pizjuán (y el Benito Villamarín) en multitud de ocasiones y siempre he vivido un sentimiento contradictorio: por un lado la ilusión que nos hacía viajar a Sevilla, donde nos esperaban unos finos con su correspondiente platito de jamón con picos en el barrio de Santa Cruz, un paseo con su correspondiente cervecita por la calle Betis, o la charleta animada con los recepcionistas del hotel al que siempre íbamos, uno era sevillista y el otro era bético, que por turno se hacían del Athletic para ver si ganábamos al eterno rival.

Por el otro lado, la pereza que nos daba asistir a un partido que sabíamos que indefectiblemente iba a acabar en derrota del Athletic. Ahora mismo, recordando aquellos partidos, tengo que remontarme hasta 1993 para encontrar la última victoria del Athletic en el Pizjuán, 1-3, con Jupp Heynckes en el banquillo y con un Guerrero que empezaba a destaparse como futbolista grande. Antes, dos años antes, una noche de sábado, se produjo otra victoria milagrosa, 1-2, con Sáez en el banquillo y Ziganda y Valverde como goleadores de última hora, en unos momentos muy difíciles para el Athletic.

Los campos sevillanos han sido siempre complicados para el Athletic. Los dos. He visto jugar al Athletic en el Pizjuán bien, regular y mal, pero casi siempre perdiendo el partido. A veces por mala suerte, otras por el árbitro, las más porque el Sevilla acababa siendo superior o a alguno de sus jugadores le daba por hacer el partido de su vida.

Me acuerdo a botepronto de Pintinho, de Ramón, un goleador efímero pero que le hizo más de un roto al Athletic, de Sanjosé y los duelos que mantenía con Dani, la elegancia atrás de Álvarez, del grandioso Francisco, de Morete, de Jiménez, de Rafa Paz y, cómo no, de Polster o Zamorano, por no hablar de Dassaev, ¿qué se le habría perdido a un ruso en Sevilla?

Tengo recuerdos de calor y de terreno de juego duro y pelado, de botes irregulares del balón y, sobre todo, de la pesadilla de las palmas del público cuando el campo se ponía cuesta abajo y al fondo se encontraba la portería del Athletic. Recuerdos de taconazos y de olés, pero también de juego duro y pierna fuerte, de algún expulsado y de gradas en ebullición.

Digamos que para compensar, San Mamés siempre ha sido para el Sevilla lo que el Sánchez Pizjuán era para el Athletic. El agua y el barrillo, el frío y la grada rugiendo, Sanjosé y Dani repartiéndose estopa y la técnica del Sevilla superada por la velocidad del Athletic.

Hoy, los tiempos han cambiado y es difícil apreciar un futbolista de la escuela sevillana como Francisco, pero los choques entre el Sevilla y el Athletic siguen siendo un clásico que perdura por encima de algunas situaciones extrañas como aquel fichaje de Maradona (debutó como sevillista en San Mamés) o algunos descensos de los andaluces.

Creo que desde que Joaquín Caparrós llegó al Athletic, miramos al Sevilla de otra manera, pero los del Athletic seguimos teniendo el Sánchez Pizjuán como uno de nuestros campos malditos.

Esperemos que Marcelo Bielsa, que, como recién llegado, no sabe de estas cosas, no caiga también en el maleficio y este domingo veamos una victoria del Athletic. Seguro que no será nada fácil por muchas dudas que tengan los locales, pero después del partidazo contra el Barcelona, ganar en Sevilla nos convencería de que estamos en los albores de un gran equipo.

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