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Fermin Munarriz | Periodista

Un grito en la cima

Contaba este periódico el domingo la historia de un montañero al que la Guardia Civil ha multado con 550 euros por gritar «Gora Euskal Herria askatuta» en la cima del Gorbeia. En realidad la multa es por «provocar reacciones en el público que alteren o puedan alterar la seguridad ciudadana». Claro. ¿Qué otra cosa puede provocar el grito de un vasco en la cima de una montaña?

La anécdota me ha traído a la memoria los famosos bertsos de Kepa Enbeita, a quien por 1920, en un mitin en Eibar, una persona increpó con un ¡Viva España!. Urretxindorra respondió con elegancia: ««Viva España!» didarka dagoz / neuk ere `«viva» dirautset / gorrotorikan ez dagolako / nigandik Españarrentzat. / Katolikoek jakin biogu / zer diñon Goiko Juezak: / Inoren gauzai bakian itxi / zaindu beria bakoitzak. / Viva España! berriz dirautset / izan bei españarrentzat / baina geuk ere «Gora Euzkadi!» / guria da ta guretzat.» (Aproximadamente: «Vivas a España» me gritan / con un ¡viva! les respondo / pues no hay en mi corazón / hacia los españoles ningún odio. / Los católicos debemos saber / lo que el Juez Supremo ordena: / deje en paz los asuntos ajenos / y cuide cada uno de los propios. / Les repito: ¡Viva España! / así sea para los españoles; / pero nosotros, en cambio, Gora Euzkadi! / pues para nosotros es lo nuestro).

Aunque pueda parecer extemporáneo, me gusta la gente que da vivas de alegría -o de furia- a la libertad de su tierra y de sus semejantes. Sea vasco, escocés, español o cubano. Gente seria.

La casualidad hace que este incidente estrafalario y grotesco -¿se imaginan que le sucediera esto a un francés por cantar «La Marsellesa»?- ocurra cuando el constitucionalismo hispano prepara las baterías para el «relato» inmaculado de la historia. ¿Contarán que acosaban a los vascos por dar vivas a la libertad hoy igual que hace cincuenta años? Con dictador o sin él. ¿Dirán tal vez que fue un suceso aislado de unos funcionarios? No. La multa la ha tramitado la subdelegación del Gobierno en Gasteiz. Con la misma diligencia un partido que su alternante.

Es sólo una expresión liviana pero de tufo colonial de la manera que tiene España de abordar su problema con la insumisión vasca. Hace medio siglo o hace unas horas. Con ese resabio tan amargo de la impotencia añeja. Tal vez porque en quinientos años no han conseguido hacernos castellanos.

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