Crónica | El Salvador y Guatemala, de las armas al diálogo
«Los acuerdos no fueron el final, sino el inicio; la paz se sigue construyendo»
Las vidas de Lourdes palacios y Enrique corral están marcadas por la lucha, armada primero, y política después. Combatieron en El Salvador y Guatemala, fueron partícipes del largo camino hacia los acuerdos de paz y siguen siendo fuerzas activas en la construcción de la paz o «las paces», como subrayaron en la conferencia que ofrecieron en Donostia organizada por Mundubat.
Ainara LERTXUNDI
Un acuerdo de paz no llega por sí mismo, ni supone una derrota militar ni necesariamente un triunfo revolucionario. Es el principio de un camino que no tiene fin porque la paz o, mejor dicho, las paces son «para toda la vida, no pertenecen a un único momento». Es la reflexión compartida por la salvadoreña Lourdes Palacios, diputada del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), miembro del Consejo Nacional del partido y ex combatiente, y por el guatemalteco Enrique Corral, también ex guerrillero, partícipe de los Acuerdos de Paz de 1996 y actualmente director de la Fundación Guillermo Toriello. Ambos han estado en Donostia de la mano de Mundubat para dar cuenta del prolongado y sinuoso camino hacia la paz.
«Cada momento fija la estrategia a seguir. En un clima de injusticia social, de represión, de procesos electorales fraudulentos, de golpes militares y dictaduras, se generó un movimiento de izquierdas en el que principalmente se plantearon dos vías para llegar al poder; la armada o la política. En este contexto surge el FMLN en octubre de 1980», recuerda Palacios. Por delante, tendrían largos años de conflicto armado, que dejó más de 8.000 desaparecidos y 75.000 víctimas, «que fueron un gran abono para la paz».
«Sin que lo combates llegaran a cesar, hubo varios intentos de diálogo y aproximación con el Gobierno salvadoreño», resalta.
La declaración franco-mexicana del 28 de agosto de 1981 supuso un hito importante porque «a nivel internacional se reconoció al FMLN como fuerza política representativa del pueblo salvadoreño y se dio legitimidad a la lucha de liberación».
En ese ir y venir, «llegó un momento de estancamiento en el enfrentamiento militar con el Ejército, aunque la guerrilla seguía teniendo capacidad operativa. `Si queréis seguimos matándonos, pero de ahí no vamos a pasar; así que hablemos', dijimos. Hubo un cambio de metodología, pero no de esencia», señala la hoy diputada del FMLN.
Tras varias declaraciones y acuerdos en los que intervino la comunidad internacional, llegó la Navidad de 1991. El 31 de diciembre, faltando diez minutos para el Año Nuevo, firmaron los Acuerdos de Nueva York, que pusieron fin a la contienda armada. En la mesa de negociación se abordaron cuestiones como la desaparición de los cuerpos represivos, la participación política del FMLN, la reintegración a la vida pública de los guerrilleros, la creación de una comisión de la verdad etc.
«Nuestro partido asumió la tarea histórica de transformarse y de participar por la vía política», remarca. Esa apuesta se traduce en estos momentos en 35 diputados de los 84 que tiene la Cámara y en 96 alcaldías. «La tarea no ha sido fácil. La primera gran batalla jurídica que nos planteó la derecha gobernante fue por el nombre del partido. Y, en las últimas elecciones intentó meter miedo en la sociedad con viejas consignas como `cuidado que viene el comunismo' o `si ganan se llevarán a vuestros hijos a Cuba'», remarca Palacios.
«La clave es no tener miedo y nutrirse de la gente, porque no son un número. Hablando directamente con ellos, casa por casa, desmontamos las tesis de la derecha», subraya.
La experiencia guatemalteca también está plagada de «tesis falsas, entre ellas la supuesta derrota militar de la guerrilla. Con 6.000 combatientes, 2.000 armas ofensivas, medio millón de municiones y una estructura militar estable, es falso que fuera derrotada militarmente. También debo decir que los Acuerdos de Paz de 1996 no significaron un triunfo revolucionario», señala Enrique Corral.
«De 1987 a 1992, hubo tímidos acercamientos que, justamente, empezaron en Madrid. Aunque de 1991 a 1996 se concretó una agenda sustantiva, hasta el último año no hubo una voluntad y estrategia real por parte del Estado. El Gobierno vio en la paz una oportunidad mayor que mantener la guerra pese a la presión de los militares. Por parte de la guerrilla, no teníamos capacidad de crecimiento y teníamos la presión de los refugiados, de las comunidades en las montaña... Pero, teníamos claro que debía ser una paz con contenido y no una simple desactivación de la guerra», incide.
Como en El Salvador, la comunidad internacional jugó un papel importante, si bien con los años y, en especial la UE, ha ido adoptando una posición ambigua. El reconocimiento por parte de la ONU de un conflicto interno con raíces estructurales «dio un giro» a la situación.
De los 300 compromisos adquiridos, una gran parte se han quedado en el camino, aunque también ha habido avances, que pueden peligrar con la elección del general Otto Pérez, cuyo nombre retrotrae a Corral a los años más negros del conflicto. La izquierda sigue teniendo pendiente la tarea de constituirse en referente para una sociedad civil guatemalteca, cada vez más organizada y reivindicativa.