El asalto de la sede de Etxerat de Gasteiz la madrugada de ayer es un hecho grave que exige una investigación a fondo, como cualquier asalto, pero en este caso, además, es posible que concurran otras circunstancias más allá del simple robo, y el hecho de que se trate del segundo asalto a esa misma sede en cuatro meses aumenta esa posibilidad. Los asaltantes sustrajeron una cantidad de dinero y varios ordenadores en los que «casualmente» había información sobre presos políticos de Araba, rompieron otros ordenadores y revolvieron todo tipo de papeles. Un resultado similar al del asalto del pasado 4 de agosto en esa misma sede, si bien entonces los asaltantes rompieron la puerta para acceder a la misma y ayer lo hicieron a través de una ventana. El asalto de hace cuatro meses sucedió en plena polémica creada en torno a la presencia de familiares de presos políticos vascos en la balconada de San Miguel al comienzo de las fiestas de Gasteiz. Como entonces, no existe la certeza sobre la autoría del asalto, pero las sospechas resultan inevitables, y el silencio institucional y mediático al respecto traspasa el umbral de la hipocresía. Resulta inaceptable que responsables institucionales que hablan del final de la violencia y de paz, mientras se empeñan en poner la lupa en sus rivales políticos, miren hacia otro lado ante ataques como el de la sede de Etxerat de Gasteiz .