Jon Odriozola Periodista
Rehenes políticos
Es preciso poner en primer lugar y no posponer la lucha por la excarcelación de todos los presos políticos vascos y no vascos. Especialmente los más chantajeados, o sea, los que están enfermos o han cumplido sobradamente su condenaLa lucha armada de ETA y, por extensión, la del segmento más concienciado políticamente del pueblo vasco, no ha sido tanto -a mi juicio- la brega por la liberación nacional, puesto que Euskal Herria nunca ha sido una colonia de la «metrópolis» española, como la permanente denuncia, empleando vías armadas o pacíficas, de una nación sin Estado que grita su derecho a la autodeterminación y, en su caso, la independencia y, por ende, a formar un estado. El carácter que adopte este futuro estado es ya otro cantar que sólo la lucha de clases, en primer término, aparte otros factores, decantará (más que una «sociedad» indiscernible).
En Euskadi no se han enfrentado, militarmente hablando, dos ejércitos. Si así fuera, los militantes de ETA habrían ido uniformados para enfrentarse a un enemigo que sí va uniformado, como las FSE. He aquí una diferencia. Otra es que un voluntario de una organización armada que aspira a la independencia de su pueblo -ahora sí cabe hablar de liberación nacional o MLNV- o a la revolución política (que implica la social), está dispuesto a matar y morir por su causa, que no es cualquier causa, sino la más democrática de todas, es decir, el derecho a decidir de la población de un territorio geográfico y un marco político concreto y no otro, mientras el ocupante, el invasor, el que oprime nacionalmente a un pueblo determinado, quien va uniformado, quien representa una autoridad «política» ilegítima por antidemocrática y fascista, está dispuesto a matar pero no a morir, ah, esto no. Y ello porque no tiene ninguna causa que defender, salvo la de una soldada, esto es, un interés particular frente a una causa desinteresada exceptuando unos objetivos políticos por los que se juega la vida que la hipócrita burguesía tanto consagra otrosí sus piscinas. En conclusión: el carácter político del enfrentamiento armado lo da el enemigo que disimula tal carácter llamando «terrorista» a quienes se resisten a la opresión. Esto ha pasado toda la puta vida y no digo nada nuevo. Para ello, como es sabido, cuentan con la maquinaria propagandística para cloroformar y lobotomizar a eso que llaman la «opinión pública».
Conviene recordar estas cosas pinten bastos o la ocasión la pinten calva, salvo que estemos hablando de otra cosa. Como también conviene no olvidar -otra diferencia- que ETA (o los GRAPO en su día) no es un ejército uniformado, no hace prisioneros uniformados del enemigo ni tiene cárceles ni territorios liberados, no es -no era- una guerra convencional (hoy ninguna lo es), aunque me hablen de «cárceles del pueblo» y secuestrados, pero no es lo mismo, mientras que las fuerzas de ocupación invasoras y uniformadas, sí. Que me demuestren lo contrario.
Pues bien, si es verdad, como se viene diciendo, que vivimos nuevos tiempos de cambio de ciclo, es preciso poner en primer lugar y no posponer la lucha por la excarcelación de todos los presos políticos vascos y no vascos. Especialmente los más chantajeados, o sea, los que están enfermos o han cumplido sobradamente su condena. Ellos son la verdadera memoria histórica de los pueblos. Y las auténticas víctimas directas de la opresión terrorista.