La celebración de elecciones no garantiza la calidad democrática de un sistema
Egipto vivió ayer una jornada histórica, con el inicio de un proceso electoral que se desarrollará en varias fases y en el que sus habitantes deberán elegir a 498 miembros de la Asamblea Popular y a 180 miembros del Senado. La gran afluencia de personas a los colegios electorales demuestra las ganas que los egipcios tenían de expresar su opinión, después de décadas sometidos a un férreo régimen comandado por Hosni Mubarak y varios meses de revueltas, movilizaciones y fuerte represión. Precisamente, el contexto en el que se desarrolla este proceso electoral hace necesario recordar que la celebración de unos comicios no garantiza que un sistema político sea completamente democrático. Al contrario, los ejemplos de régimenes dictatoriales que han buscado legitimarse abriendo las urnas de forma controlada son innumerables.
En el caso de Egipto, ni el fondo, con una junta militar tutelando constantemente y violentamente el proceso, ni las formas, con un sinfín de irregularidades durante toda la jornada, permiten hacer lecturas complacientes, aunque está en mano de los propios egipcios asentar una verdadera democracia en su país.