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Ocupación y resistencia en Afganistán

Irrumpen en el escenario afgano los atentados sectarios indiscriminados

Un día después de que las potencias occidentales confirmaran con promesas genéricas sus planes de retirada, ya en curso, de Afganistán, sendos atentados contra las minoría chií en plena festividad de la Ashura dejaban un saldo de más de medio centenar de muertos. El fantasma de la violencia sectaria asoma al convulso escenario afgano. La resistencia talibán ha condenado los atentados y no ha dudado un imputárselos a la estrategia de los ocupantes.

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Dabid LAZKANOITURBURU

La capital afgana quedó ayer sobrecogida por un atentado contra la minoría chií en el día de la Ashura, una de las conmemoraciones anuales más importantes para esta corriente del islam.

Según la versión oficial, un kamikaze se hizo estallar entre cientos de fieles de todas las edades que se habían concentrado al mediodía ante el santuario de Abu-ul Fazi, en el sur de Kabul. La Ashura recuerda la muerte del imam Hussein, nieto del profeta Mahoma y tercer imam del chiísmo, a manos de las tropas omeyas en Kerbala (hoy Irak).

El atentado, que dejó un saldo provisional de 55 civiles muertos y más de 150 heridos, retrotrae al escenario de sangre y pánico que se repite cada año en ciudades santas chiíes iraquíes como Kerbala, Nayaf y Kut.

Pese a que lleva sufriendo 30 años de guerra prácticamente ininterrumpida, nunca hasta ahora Kabul había sido objeto de un atentado sectario de este tipo. Y no fue el único que se registró ayer en Afganistán.

Una bicicleta-bomba estallaba ante el principal santuario de la ciudad de Mazar-i-Sharif, en el norte del país. La explosión dejaba al menos cuatro muertos frente al centro religioso, en el que la tradición ubica la tumba de Alí, considerado como el primer imam y sucesor de Mahoma por los chiíes, una importante minoría en esta ciudad afgana. El santuario atacado es también respetado y venerado por la mayoría suní.

Los talibanes se desmarcan

La resistencia talibán se apresuró a condenar los atentados y la muerte «de compatriotas inocentes» como «contraria al islam» y responsabilizaron de ellos a las tropas ocupantes. «El enemigo invasor a recurrido esta vez a este tipo de acto brutal para generar terror, desconfianza y provocar el odio entre los afganos y tener así una excusa para seguir más tiempo en el país y dividir a la nación afgana», señaló en un comunicado enviado por internet su portavoz Zabihullah Mujahid.

Tras el atentado en kabul, y en medio de decenas de cadáveres ensangrentados, muchos de ellos menores, los fieles chiíes gritaban «¡Muerte a los talibanes, muerte a Al Qaeda».

El régimen colaboracionista de Kabul no dudó en responsabilizar a los talibanes de los atentados y recordó que, durante los años en los que estuvieron en el poder (1996-2001), prohibían celebrar sus rituales, incluida esta conmemoración de la Ashura, a los chiíes afganos, que suponen el 20% de la población y que son mayoritarios entre la etnia hazara.

Hacia una iraquización, buscada o no, del conflicto

Tres son las hipótesis en torno al indiscriminado atentado de Kabul. La primera, en la que insisten las tropas ocupantes, apunta a los talibanes y se refuerza en los excesos cometidos por este movimiento rigorista suní contra la minoría chií cuando estuvo en el poder.

En su contra se presenta la evolución registrada por la resistencia talibán en los últimos años, que ha acentuado su carácter de movimiento de liberación nacional limando sus aspectos más excluyentes y alejándose progresivamente de Al Qaeda. Se le presumen mejores relaciones con esta última al grupo Haqani, cuya posible autoría ha sido avanzada por algunos. Fuerte en el este de Afganistán, estaría detrás de los atentados más espectaculares de los últimos meses en Kabul.

La tercera hipótesis, defendida por los talibanes, apunta a los propios servicios de inteligencia occidentales y nos remite al pasado reciente y al presente en Irak.

Justo cuando EEUU hacía frente a una guerrilla iraquí cada vez más fuerte, una oleada de violencia y ataques sectarios provocaron en 2006 un terremoto fatal en el seno de la resistencia suní, parte de la cuál se rebeló contra los grupos que, en torno a Al Qaeda, reivindicaron -y siguen a día de hoy practicando- esta estrategia de ataques sectarios. El Pentágono, que ultima estos días su tranquila retirada, lo llamó «iraquización» del conflicto.

La palabra mágica en la cumbre de Bonn de estos días ha sido «afganización». En definitiva, que sean los iraquíes o los afganos los que se maten entre sí. D.L.

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