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«La fuente de las mujeres»: Aristófanes, por el feminismo árabe

Para el cine árabe es difícil romper fronteras, ya que películas como «El Cairo 678», que muestra la lucha de la mujer por abrirse paso dentro de una sociedad tradicional machista, tienen una difusión limitada. El cine europeo puede ayudar a paliar tales carencias.

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Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

Radu Mihaileanu es un cineasta que posee la virtud de saber trasladar los temas sociales a un público muy amplio, gracias a que combina a la perfección el drama con la comedia. Siempre apuesta por los toques de humor para dar a sus películas un sentido positivo, a la vez que pone mucho corazón en el retrato de sus personajes luchadores, que esta vez son mujeres árabes que luchan por sus derechos en un medio rural apegado a las tradiciones machistas.

Con «La fuente de las mujeres», el cineasta rumano afincado en París se suma al mensaje de la primavera árabe en su vertiente feminista traduciendo el clásico de Aristófanes «Lisístrata». En esta ocasión, se ha basado en un caso real ocurrido en Turquía hace diez años, combinándolo con la obra clásica de Aristófanes, que se adapta muy bien a la intención reivindicativa que se quiere mostrar.

El argumento

Las mujeres de la aldea de una indeterminada región, a medio camino entre el Magreb y Oriente Medio, están hartas de tener que cargar sobre sus hombros con el peso de los cubos de agua que transportan mediante un palo a cuyos dos extremos van colgados los recipientes.

El camino desde la fuente hasta sus hogares es muy largo y escarpado, al tener además que subir y bajar una elevada colina. No solo no tienen ninguna ayuda de los hombres, sino que éstos hogazanean a lo largo de la dura faena de ellas sin ningún remordimiento de conciencia, porque las costumbres dictan que así sea.

Nada parece que vaya a cambiar en un lugar alejado del progreso, salvo por la irrupción de algún que otro teléfono móvil y de la televisión vía satélite, que permite a estas sufridas amas de casa ver culebrones mexicanos. Eso, y la llegada de visitantes que se apuntan al auge del etnoturismo.

Las protagonistas dejarán de cantar y bailar para los forasteros, adecuando las letras a su denuncia. Y, lo más importante, se declararán en huelga de sexo hasta que ellos no hagan algo para solucionar el problema, como en otros pueblos donde han canalizado el agua o construido depósitos.

el entrañable cine social de radu mihaileanu está hecho con el corazón

La diferencia entre el cine social de Radu Mihaileanu y el de otros autores europeos radica en que el suyo está hecho con corazón, lo que no le ha servido para acabar en Hollywood, a pesar de lo que puedan decir los malpensados. El cineasta rumano debutó en 1993 con «El traidor», una película acerca de la historia reciente de su país. Cinco años después llegó su gran éxito internacional con «El tren de la vida», una original tragicomedia sobre el Holocausto. En el 2005, estrenó «Vete y vive», sobre el éxodo de Etiopía a Israel. Y hace dos años volvía a triunfar con «El concierto», una comedia melómana que satirizaba el desmantelamiento cultural de la URSS y de sus grandes orquestas por medio de la jubilación de auténticos maestros de la música. M. I.

 

HUELGA

En un pequeño pueblo, en algún lugar entre el norte de África y Oriente Medio, la tradición exige que las mujeres vayan a buscar el agua a la fuente que nace en lo alto de una montaña, bajo un sol ardiente. Un día Leila, una joven casada, propone al resto de mujeres una huelga de amor: nada de sexo hasta que los hombres colaboren en el traslado del agua hasta la aldea.

Estreno

Dirección: Radu Mihaileanu.

Guión: Alain Michel Blanc, Catherine Ramberg y Radu Mihaileanu.

Intérpretes: Leïla Bekhti, Hafsia Herzi, Hiam Abbass.

Fotografía: Glynn Speeckaert.

Música: Armand Amar.

País: Estado francés; 2011.

Duración: 136 minutos.

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