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Análisis | La «nueva Rusia»

Derrota del pueblo ruso y pucherazo electoral del Kremlin

El partido en el poder Rusia Unida ha ganado las elecciones parlamentarias rusas en medio de numerosas denuncias de fraude electoral. La gran damnificada ha sido la democracia rusa, que sale muy dañada de los comicios más dudosos de los últimos veinte años. Las cuentas le han salido mal al Kremlin. Consciente de que iba a perder votos, tomaron medidas para garantizarse una mayoría más holgada de la que auguraban las encuestas. Finalmente han mantenido a duras penas la mayoría absoluta y a costa de quedar en absoluta evidencia

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Pablo GONZÁLEZ | Periodista

El mismo día de las elecciones eran muchas las denuncias de fraude por todo el país, especialmente en las grandes ciudades como Moscú o San Petersburgo. Actas falsificadas, grupos de hombres rapados que iban de una mesa electoral a otra votando en todas ellas o urnas llenas de votos a las ocho de la mañana nada más abrir los colegios electorales, son algunos ejemplos que se han repetido por todo el país.

El porcentaje de votos falsificado en total se estima entre el 10 y el 20%. La cantidad necesaria para obtener otra vez una holgada mayoría absoluta y asegurar así un parlamento colaborador para Putin, previsiblemente otra vez presidente del país a partir de marzo de 2012. Pero no estaba en los planes del Kremlin que ese porcentaje fuera en realidad el justo y necesario para ganar los comicios.

En Rusia Unida, el partido de Putin y Medvedev, estaban seguros de su victoria. Por un lado, se esperaba que sus votos bajaran, pero que el apoyo popular seguiría siendo alto. Por otro, se tomaron medidas que aseguraran un porcentaje de votos favorables elevado, las antes mencionadas mas otro tipo de falsificaciones electorales. Las cuentas han salido mal. Desde el Kremlin no han previsto que el desencanto popular fuera tan grande y que a pesar de su poca credibilidad como opositores, los partidos políticos existentes obtuvieran tanto apoyo.

Los gobernantes actuales de Rusia se han preocupado mucho de que no exista una oposición política con posibilidades de disputarles el poder. La teoría de que «si no hay rival a quien votar, la población apoyará a los que están», no ha funcionado. Como muestra de rechazo, la gente simplemente ha votado a los otros candidatos. A consecuencia de ello, lo que se esperaba que fuera un plácido paseo electoral se ha convertido en las peores elecciones desde la desintegración de la URSS y instauración del modelo de democracia representativa en 1991.

La imagen que se ha creado en los últimos veinte años de una Rusia que va avanzando poco a poco hacia un modelo democrático similar a los occidentales se ha borrado de golpe. El responsable número uno es Rusia Unida, con Putin a la cabeza. En su búsqueda de conservar el poder a cualquier precio, han ido destruyendo cualquier proyecto opositor más allá de los que ya están en el Parlamento. El problema es que ninguno de estos tres partidos representa una oposición real a Rusia Unida en los momentos claves.

Esta situación ha ido provocando un cada vez mayor desencanto popular hacia la clase dirigente. En unos años en los que la situación económica era favorable al modelo económico ruso -basado en la exportación de hidrocarburos-, el nivel de vida de la población ha aumentado de una manera insignificante, mientras que los dirigentes de la nación iban amasando cada vez mayores fortunas, favorecidas por un sistema cada vez más corrupto.

Finalmente este sistema ha dado los primeros indicios de colapso de confianza y de cada vez menor aguante de la población. Si bien es cierto que Rusia Unida sigue siendo el partido más votado a nivel federal incluso sin falsificaciones electorales, aunque sin mayorías absolutas, es igual de cierto que están gastando el crédito de confianza de la población a marchas forzadas. Los numerosos casos de corrupción y, sobre todo, la ausencia de una oposición política real es una bomba de relojería.

La no renovación del discurso político y la presencia de prácticamente las mismas caras en la vida política desde hace ya diez años está minando toda la confianza en la clase dirigente. Un pucherazo electoral no disimulado no hace más que echar más leña al fuego. Las protestas contra los resultados han agravado aún más la imagen del Kremlin, que ha hecho uso de los manuales de la época soviética. Policía y fuerzas militares del Ministerio de Interior han sido las encargadas de cargar contra los manifestantes, apoyadas por miles de jóvenes simpatizantes de Rusia Unida llevados expresamente en autobús desde otras regiones a las ciudades escenario de protestas.

Para rematar la tensa situación, el Kremlin y sus dirigentes han hecho muy poco para tratar de calmar los nervios. Su reacción ha sido cínica y poco disimulada. Quizás el caso más claro han sido los elogios del presidente Medvedev al jefe de la comisión electoral central Vladimir Churov, a quien no dudó en alabar como «mago».

Varias voces han llamado al boicot del nuevo Parlamento por parte de los partidos electos, pero estos se han apresurado a decir que no tienen intención ninguna de renunciar a sus actas. Otra prueba más de su poca oposición en el momento necesario al Kremlin.

Estas elecciones han sido un serio toque de atención para los actuales ocupantes del Kremlin, y una especie de ensayo para las elecciones presidenciales previstas para marzo de 2012. Putin, que ya ha hecho pública su intención de presentarse, se perfila como máximo favorito ante la ausencia de otro candidato viable. El próximo mandato presidencial será de seis años. Si Putin logra cumplir los siguientes dos mandatos igualaría a Stalin con 24 años en el poder. ¿Demasiado tiempo? Ya a estas alturas todo parece indicar que sí, pero a falta de una alternativa real y contando con el apoyo de las fuerzas del orden parece que por el momento no hay oposición política que pueda disputarle el poder a los actuales mandatarios del Kremlin.

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