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Xabier Silveira | Bertsolaria

A las nueve en el Faisán

Retomo mi narración en castellano, aunque hoy en día, si es que a alguien le interesa, apenas lo hablo. No al menos con quien sea capaz de entenderme en euskera. De los viejos errores se aprende, de los nuevos se sabe cuánto se ha aprendido

Aquí el tiempo pasa despacio, es lento, es cansino. Cuatro años son cuatro siglos y dura un instante cada eternidad. Y más ahora. Nuevo tiempo, dicen.

Nada más llegar aquí comencé a realizar lo que acabaría llamándose «A las ocho en el Bule», a dar forma de libro a lo que en cuaderno de anillas tuvo su punto de partida aquella tarde de domingo en mi sofá. Desde la nostalgia, a veces, entre lágrimas y sonrisas post parto de los recuerdos, otras, queriendo dejar testimonio de aquella época en algunas y, las más, por hacer el rato más ameno, engendré un diario con mis vivencias y lo lancé al cielo, a ese cielo al que tanto anhelamos volver yo y tantos otros compañeros. Pero, a veces, señalas una luna y hay gente que mira al dedo. Supe por boca de muchos de la ira que provocó en algunos el idioma que elegí para la ocasión, a lo que, pese a que probablemente sea ya demasiado tarde, responderé en un futuro más a mano que lejano. Y conste que los he estado esperando, nunca se sabe a quién traerán o con quien te toparás durante una cunda, pero no, de los que me sonaba el nombre ninguno ha resultado tener el currículo necesario para pasarse una temporada aquí. Bejondaiela! Espero, deseo, que hayan aprovechado el tiempo para escribir textos en euskera que al leerlos me sirvan para poder, algún día, hacerlo yo también.

No en vano, retomo mi narración en castellano, aunque hoy en día, si es que a alguien le interesa, apenas lo hablo. No al menos con quien sea capaz de entenderme en euskera. De los viejos errores se aprende, de los nuevos se sabe cuánto se ha aprendido.

«A las ocho en el Bule» me cambió la vida, aunque no solo a mí. En el módulo me llaman El escritor, los gitanillos Charolito. Casi todos comenzaron leyendo «el Bule» y ahora se ponen hasta arriba y se pasan el día leyendo. De algo ha servido al menos, en este maldito Guantánamo rodeado de tanta literatura revertiana, tanto fino, boquerón y manzanilla. La vida mata, aquí en cambio vive la muerte, y sobrevive quien puede. Al sida, al jaco, a los boquis... El motivo por el que os dejé inesperadamente en la rotonda que hay entre el ahora famoso Bar Faisán y la entrada en dirección Donostia de la A-8 no es otro que el riesgo de que todo el proyecto se fuera al garete en caso de que los boqueras encontraran y robaran el manuscrito si les diera por entrar y poner todo esto patas arriba. Y ya era demasiada la cantidad de borrones, rectificaciones y golpes de autocensura reprimidos como para tener que comenzar de cero otra vez. Preferí hacerlo así, poco a poco, precavidamente racionado (...).

Con esta intro retoma Arrats desde su celda en El Puerto de Santamaría la narración de aquellas vivencias que comenzaron con «A las ocho en Bule». Ahora las llamará «A las nueve en el Faisán». Y me a pedido que por favor os haga saber que más pronto que tarde, y antes de que Olentzero visite nuestras casas, nos lo hará llegar. Lo podremos adquirir en muchas librerías, pues es un libro, y más que nada en bares, lugares donde habitan sus amigos y el público no muy lector para el cual a sido escrito «el Faisán». A ver qué pasa.

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