Egoin, desmontando algunos mitos de las construcciones de madera
En una sociedad marcada por las etiquetas y los estigmas, superar clichés puede ser una labor ardua y costosa, aunque apasionante. En eso se afanan los integrantes de esta empresa de construcciones en madera que, poco a poco, están consiguiendo que los árboles de nuestros bosques vayan supliendo ese deshumanizado hormigón que hasta hace bien poco dominaba las construcciones de nuestros pueblos y ciudades.
Mikel PASTOR
Durante muchísimos años, especialmente en la década de los 90 y en los primeros años del nuevo siglo, cualquier construcción que se preciara, tanto en Euskal Herria como en el Estado español, debía tener el hormigón como base. Consagrado como producto estrella entre arquitectos y constructores, cualquier proyecto que se planteara al margen era automáticamente descartado, y su creador, tildado de ingenuo y de desconocedor del mercado.
En un entorno tan hostil para otras materias primas como aquel es donde se sitúa la aparición de Egoin, una empresa vizcaína especializada en construcciones de madera, que se formó allá por el año 1990. Como decíamos, los materiales alejados del, llamémosle, «hormigón oficial», no atravesaban un buen momento, y en el caso de la madera, había tocado suelo de mercado, o «punto cero», como lo describe Peio Gorroño, miembro de la constructora.
Sin embargo, en lugar de lamentarse o adoptar una actitud conservadora, los fundadores de Egoin, provenientes la gran mayoría de la empresa topográfica Infolur, decidieron, como reza el viejo refrán, «hacer de la necesidad virtud». Y donde otros vieron solo desierto, ellos empezaron a hacer camino, aprovechando la gran ventaja coyuntural: que en aquel momento nadie trabaja ese ámbito de la construcción. Esa oferta diferenciada iba a ser uno de los pilares sobre los que comenzarían a crecer.
Sin embargo, como casi siempre que se pone en marcha un nuevo proyecto, los inicios fueron duros. El anteriormente citado «boom» del hormigón estaba muy presente y la gran mayoría de arquitectos rechazaban de plano la utilización de madera para sus obras, aduciendo argumentos varios, que en ocasiones podían parecer peregrinos, como que la madera era un material altamente inflamable, que su sonoridad podía llegar a ser molesta, que era un material efímero y no resistiría el paso de los años, etcétera.
Eliminando etiquetas
Sin embargo, el tiempo ha ido poniendo de manifiesto que esos argumentos esgrimidos en su momento no eran ciertos, o al menos, no de la manera contundente en la que los arquitectos los usaron.
En lo que respecta a la inflamabilidad, Peio Gorroño se encarga de desmontar el mito: «Todos los informes realizados en los últimos tiempos por los bomberos ponen de manifiesto la mayor capacidad de resistencia al fuego de la madera», ya que «esta materia aguanta mucho mejor las llamas, al no perder su forma original aunque se calcine». De esta manera, cobra ventaja sobre otros materiales, a priori, menos inflamables. «El hormigón, en altas temperaturas, acaba quebrando por su estructura metálica. y el acero se deforma y se hunde de manera irremisible», por lo que Gorroño considera que «pensar que la madera es más inflamable que otros materiales solo se puede basar en falsos mitos del pasado que no se corresponden con la realidad».
Otro de los clichés clásicos asociados a este material es el de su notoria sonoridad. «Es cierto que durante algún tiempo la madera ha sido bastante ruidosa» reconoce Peio Gorroño, aunque matiza «eso solo se da con láminas muy finas, y las que nosotros usamos son de un grosor superior», por lo que el problema del ruido «está totalmente superado con la materia prima actual».
Otra de las pegas históricas que han sufrido este tipo de construcciones han sido la de que eran demasiado frágiles, por lo que no eran duraderas. Gorroño vuelve a desmontar este mito: «Una casa edificada mayoritariamente en madera aguanta perfectamente durante tres o cuatro generaciones», y no solo eso, si no que además «el mantenimiento de una construcción de este tipo es muy parecido al de una edificación con hormigón o acero», añade.
Sin embargo, la empresa afincada en Ereño no se conforma con lo obtenido hasta ahora, y busca nuevas alternativas para hacer sus proyectos más atractivos y sostenibles. Con ese fin han puesto en marcha el programa VITA, que tiene por objeto crear varios edificios ecológicos y energéticamente eficientes. «Creemos que es un proyecto necesario para fomentar el respeto a nuestro entorno natural» en linea coherente con ese discurso, gran parte de la madera utilizada en la construcción por parte de Egoin proviene de Bizkaia y de Euskal Herria.
Un material muy rentable
En una situación económica delicada, como en la que nos encontramos actualmente, el gasto relativamente bajo que supone construir en madera puede resultar una baza importante para Egoin a medio plazo. Esta afirmación está fundamentada en varios puntos.
En primer lugar, levantar un edificio con madera es muchísimo más sencillo y rápido que con cualquier otro material, por lo que los gastos no se disparan, al no eternizarse la obra. ¿A qué se debe esta velocidad? En gran parte, a que «la gran mayoría de piezas de estas edificaciones ya están construidas de antemano, con un trabajo importante de proyección y corte», por lo que el trabajo de los operarios «se basa en ensamblar las piezas correctamente, como si de un puzzle se tratara», explica Unai Gorroño, otro miembro de Egoin. Se calcula que un edificio de madera puede construirse un 80% más rápido que cualquiera de otro material, reduciendo los gastos notablemente. Además, el precio del material es muy parecido al del acero o el hormigón, así que la rentabilidad está garantizada.
Con los años, Egoin se ha consolidado como una de las empresas potentes del sector, con una facturación anual cercana a los 12 millones de euros. Cuenta con una plantilla de unas 80 personas, entre las que se incluyen 20 trabajadores de taller, 10 administrativos, 11 diseñadores y otras 30-40 personas más encuadradas en el apartado de transporte y montaje.
La empresa ereñotarra realiza anualmente unas 125 obras, sobre todo en Euskal Herria aunque también en el extranjero, como en Tolouse o en Pau, en el Estado francés. En nuestro territorio, llevan su firma el teatro de Zalla o el Ayuntamiento de Ikaztegieta.