Podrá gustar o no -seguro que habrá más partidarios de esta segunda opción- el fútbol que practica Osasuna, pero la realidad es que sigue aportando puntos en una mezcla de buena disposición y fortuna. Hasta cierto punto, los de Mendilibar le han cogido el tranquillo a lo de defender ordenadamente, pero también están bendecidos por todos los santos en algunos lances del rival.

De ese guiso a base de suerte y saber estar los rojillos están dando de comer a una posición en la zona noble de la tabla que a punto estuvo de convertirse en puesto europeo si el Málaga llega a estar un poco más desacertado, cosa por otro lado prácticamente imposible. Porque lo cierto es que el balón rondó las inmediaciones de Andrés Fernández más de lo deseado, pero la escuadra navarra sigue teniendo flor en La Rosaleda, entre otras razones por la falta de puntería malacitana.

Sea como fuere, el mérito de los de Mendilibar sigue siendo importante, haciendo frente a un buen número de significativas bajas y al hándicap de algunos hombres jugando en posiciones desacostumbradas, lo cual se acaba notando. Pese a todo ello, Osasuna sigue haciendo de la necesidad, virtud, y quizás sea ésa su mayor valía: acomodarse a las adversas circunstancias para poner en liza un fútbol práctico que le permita seguir haciendo cada vez más grande ese colchón de puntos con el que alcanzar la permanencia, en primera instancia, y después comenzar a soñar.

Y es que la cita en el estadio malagueño tenía un valor añadido después de haber sucumbido en campos de rivales punteros, como los dos primeros clasificados y el Athletic. El Málaga era una especie de martillo con el que medir la consistencia del bloque rojillo y aunque no se puede ocultar que los anfitriones apretaron lo suyo y la diosa fortuna estuvo del lado osasunista, también es cierto que se aprobó el examen.

No con nota, porque al conjunto navarro le faltaron varias cualidades, como una más fluida conducción de balón o cerrar mucho mejor las bandas, donde a los dirigidos por Mendilibar se les acumuló y desbordó, en muchos minutos, el trabajo. Eso sí, lo que no se puede negar es que los encarnados siguen henchidos de efectividad: la primera vez que llegaron la clavaron.

Acierto a la primera

Otra vez de estrategia Osasuna se adelantó en el marcador. Tenía que ser así, porque en jugada trenzada sólo Timor parecía disponer de algo de inspiración como para acercar el cuero al área malacitana con cierto criterio. Hasta el 0-1, todo el juego ofensivo visitante pasaba por el envío largo a Nino, que poco podía hacer ante las torres de Weligton y Demichelis.

Los carriles pasaban desapercibidos ante semejante dinámica, poco ayudados además por unos laterales inhabituales que, por precaución, se limitaban a cubrir su espacio y no siempre con solvencia. Sin embargo, el premio a balón parado, aunque desmesurado, permitía confiar más todavía en el dibujo diseñado para contrarrestar la gran calidad de los de Pellegrini.

Confiado precisamente en los quilates de los suyos, el técnico chileno ahondó su insistencia en jugar por las bandas. Con la ventaja añadida de que Satrustegi ya había visto otra amarilla, de nuevo fruto más de la imaginación de un árbitro que deja al descubierto su presunta autoridad cuando pone en práctica lo fácil que resulta amonestar a un recién llegado a la máxima competición.

A Mendilibar no le quedó otro remedio que mover ficha para evitar que el canterano corriese el riesgo de volver a ser expulsado -tres rojas hubiesen sido demasiado para la autoestima del de Atarrabia- y puso en liza a un Raitala que nuevamente descuidó su espalda para gestar la jugada que supuso el empate, por otro lado justo y lógico, sumando méritos de unos y otros.

Sólo basta recordar lo mucho que sufrieron los rojillos hasta el 1-1 con claras e innumerables oportunidades para los anfitriones. Lo mejor es que, una vez derrumbado parcialmente el frontón osasunista, el equipo navarro no sólo no se descompuso, sino que manejó mejor la situación, con mayor salida, si bien sus acometidas apenas intimidaron a Caballero. El punto sabe bueno.