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IBILIZ IBILI | Jesús Mª Alquézar

Monte de la Trinidad Los arcos de Lumbier

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Entre las localidades Navarras de Lumbier y Liédena se desarrolla una cresta muy original, por diferentes razones, conocida como «monte de la Trinidad», que continúa después por la sierra de Leire.

Si en su vertiente norte la planicie cimera es un conglomerado de vegetación mediterránea -donde el boj y los duros materiales de matorrales espinosos marcan la orografía-, la cara sur es un acantilado calcáreo muy erosionado, con poderosas paredes donde se desarrollan cuevas, monolitos, zulos y unos misteriosos arcos que realzan este asombroso y secreto escenario. En este lienzo, propongo una soberbia excursión en circuito, que asombrará al excursionista al tratarse de un espacio poco conocido.

Inicio en las piscinas

En Lumbier los excursionistas aparcaran en el parking de las piscinas. Desde allí iniciarán el recorrido. En el alto de la montaña se divisa la blanca ermita de la Santísima Trinidad, primera referencia de la ruta. Tomarán, bien la pista cementada de BTT 2, o, mejor, continuando unos metros por la carretera, la senda balizada con marcas blanquiverdes SL NA 113, que nace junto al camping Iturbero.

El ancho camino alcanza la primera cruz de las 14 del calvario, que constituye la cómoda línea conductora hasta el adelantado mirador de la ermita de la Trinidad. A partir de aquí los mendizales penetrarán en un vivero de ruda vegetación por donde solo se puede progresar por un estrecho y confuso sendero, al borde de los farallones, y solo en ocasiones permite observar los «patios» y formaciones exquisitas de la ladera septentrional, pero que no genera dudas, dado que tiene marcas verdes y rojas. Estas últimas conducen a los montañeros hasta la cima del monte, donde se encuentra el índice geodésico sin buzón montañero.

La continuación del itinerario debe llevar a los deportistas hacia la Foz de Lumbier, pero por la cara norte, en busca de los desconocidos arcos, curiosas formaciones geológicas formadas por la erosión de millones de años. En los riscos, numerosos buitres observarán con curiosidad a los humanos que se adentran en su territorio.

Justo desde el índice geodésico la senda balizada se dirige en busca de un paso que, raudo y algo vertical, perderá altura con una senda aérea pero fácil y que tiene un cable de ayuda. Cairns y marcas rojas siguen guiando al deportista por el laberinto vegetal, que seguirá perdiendo altura hasta encontrase con el primero e impresionante arco.

Cruzándolo, observará el montañero las rosadas paredes de la sierra, con manchas blancas producto de las deyecciones de los buitres que allí anidan y reposan. Se recomienda seguir hacia unos cercanos e imponentes monolitos que adornan el escenario y fotografiarlos, hasta donde la vegetación lo permite, en un ejercicio de ida y vuelta. De nuevo en el arco, hay que ir en busca del segundo arbotante.

Sin salirse de la clara, estrecha y pedregosa senda, señalizada con pinturas rojas, el aventurero, se acercará al pie de los farallones y durante la marcha podrá observar un estrecho zulo y una cueva refugio, antes de contemplar la nueva bóveda.

En una travesía lenta, pero segura, se llega a este nuevo y curioso monumento natural. Hacia la sierra sigue la senda, que se puede seguir en ida y vuelta, hasta la preciosa proa que se desprende del cordal cimero para observar otra curiosa hendidura, dado que la excursión que aquí se recomienda inicia el rápido descenso en busca de la foz de Lumbier, un desfiladero espectacular por donde discurren las aguas del rio Irati y por donde viajaba el tren de Pamplona a Sangüesa. Encontrará en el Llano de Okia, el SL NA 113, que cito al principio, con sus marcas blanquiverdes, y hay que seguirlo para alcanzar la pista del tren, donde se cambia de dirección, hacia Lumbier.

El estrecho del río para acabar

Antes de penetrar en el túnel, hay que visitar el estrecho del río, desde las ruinas del puente conocido como del Diablo o de Jesús, que data del siglo XVI y fue construido en relación a la villa vasco-romana situada en la orilla opuesta.

Gracias a un soberbio paseo, que discurre bajo las altas paredes de la Foz, llegarán los excursionistas al parking del cañón y 1,5 km de carretera después cruzarán Lumbier, para finalizar en el parking de las piscinas, tras una recomendable salida montañera de calidad.

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