Carlos GIL | Analista cultural
Felicidad
Por qué se desea felicidad en abstracto y con extensión universal? La bandeja de entrada de mi correo electrónico es un vertedero de buenas intenciones anónimas. Uno me da el título: «Felicidad y cultura para todos». Dicho así parece el eslogan de una cadena de objetos rectangulares que contienen el pensamiento de la humanidad. Falta indicar el descuento marcado para estos días. Emparentar la cultura con la felicidad es un acto de ingenuidad cristiana. Alguien vendrá y te traerá la felicidad y la cultura. Tú espera, estate receptivo, pasivo, que el arcángel te insuflará cultura y con ello entrarás en estado de felicidad perpetua. Lee las sagradas escrituras y allí, que es el fundamento de nuestra cultura, encontrarás el camino de la luz que lleva a la felicidad.
Desvaríos. La felicidad es un síntoma y la cultura debe ser la enfermedad. Veo una foto que me hace feliz, aunque no acabo de encontrar las razones objetivas. Diputación de Gipuzkoa, Ayuntamiento de Donostia, Gobierno vasco y una entidad de ahorro, se han juramentado para poner en marcha el proyecto de la Tabakalera donostiarra. Bien. Júbilo. Alegría. Felicidad. Y Cultura. ¿Para todos? Hay dinero para este proyecto. ¿Para todos los proyectos? No preguntes más. No molestes. Este es el Gran Proyecto y debemos aplaudir. Y yo aplaudo hasta con las orejas. Pero pido pequeñas felicidades, cultura de cada día, proyectos sostenibles, que no salgan en la prensa extranjera, pero que ayuden a que la Cultura, sea para todos. De verdad. Una cultura activa, democrática y que nos haga felices por ser actores de la misma, no sumisos receptores.
Que el invierno nos sea propicio.