ANÁLISIS | UNA NACIÓN ENTRE CUATRO ESTADOS
Kurdistán, bajo la sombra de la llamada «primavera árabe»
Kurdistán, la mayor nación sin Estado del mundo, mantiene con fuerza su demanda de autodeterminación en un tablero formado por cuatro estados diferentes y marcado por guerras (Irak), revueltas (Siria) y una fuerte represión (Irán y Turquía). Éste es el cuadro actual.
Txente REKONDO Gabinete vasco de Análisis Internacional (GAIN)
La historia de Kurdistán ha estado marcada durante décadas por los intentos de asimilación y de eliminación de su identidad cultural y lingüística, por las masacres (como la de Hlabja en la zona ocupada por Irak en 1988, o la de 2004 en Al-Qamishli, ésta a manos de las fuerzas gubernamentales sirias), impulsadas por los diferentes gobiernos que, a día de hoy, se reparten Kurdistán.
Turquía, Siria, Irak e Irán han impulsado una política represiva. La prisión, las condenas a muerte, la tortura y la desaparición forman parte del día a día del pueblo kurdo. Divididos entre cuatro poderosos estados, los más de 40 millones de kurdos siguen manteniendo en alto sus demandas para que la comunidad internacional reconozca sus derechos y, sobre todo el de la autodeterminación.
Su privilegiada posición geoestratégica, sus importantes riquezas energéticas y recursos naturales le han convertido en una codiciada pieza. Primero, por parte de las potencias coloniales europeas (que no dudaron en incumplir las promesas de que el pueblo kurdo se configurara como una realidad estatal) y, posteriormente, por las fronteras estatales que han ido surgiendo en la región tras el proceso descolonizador de comienzos del siglo XX.
En los últimos tiempos, la zona kurda ocupada por Irak ha logrado convertirse en un referente relativamente atractivo para otras zonas kurdas ocupadas por otros estados. En Siria, la comunidad kurda asiste con cautela a los movimientos y protestas que se están sucediendo estos meses. En Irán, la postura de Teherán no ha cambiado, pero nuevas generaciones de kurdos han decidido impulsar otras formas de resistencia. Y en Turquía, los dirigentes de Ankara siguen empeñados en tratar el tema como un «problema de terrorismo», abandonando las débiles señales aperturistas de hace unos meses.
El norte de Kurdistán, ocupado por Turquía, ha sido durante mucho tiempo una de las referencias centrales del pueblo kurdo en su conjunto. Su resistencia a las políticas genocidas de los gobiernos le ha situado en la centralidad del mal llamado «problema kurdo».
El gobernante AKP y el propio primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, anunciaron algunos cambios en la histórica política represiva turca, pero el tiempo ha desinflado las expectativas y ha demostrado que eran parte de una estrategia para lograr el apoyo electoral de algunos sectores kurdos. Tras la abrumadora victoria de las formaciones kurdas, el Gobierno optó de nuevo por la vía militar, desechando las diferentes ofertas negociadoras puestas sobre la mesa por el líder kurdo Abdullah Öcalan, encarcelado en la isla-prisión de Imrali.
Mientras la política exterior de Ankara ha reforzado su peso en la región, aprovechando la coyuntura creada en torno a la primavera árabe, la resistencia kurda sigue demostrando su capacidad armada, al tiempo que las formaciones políticas kurdas, como el Partido de la Democracia y la Paz, continúan recogiendo el apoyo popular en las citas electorales, a pesar de las trabas en forma de ilegalizaciones, detenciones y censura.
El sudoeste kurdo, dentro de las fronteras de Siria, está siguiendo con mucha atención los acontecimientos de los últimos meses. La población kurda representa algo más del 20% de la población del Estado sirio, pero a pesar de ello se les ha confiscado las tierras, se les priva de la ciudadanía, son perseguidos y tienen serias dificultades para mantener su lengua y cultura.
Al hilo de las protestas sirias, y la atención mediática que las mismas han generado, llama la atención la poca información que sobre la realidad kurda en la zona se tiene en Occidente. En los primeros días de la revuelta tuvieron lugar protestas en torno a Hasaka, donde miles de kurdos salieron a las calles para demandar sus derechos, y protestas similares tuvieron lugar en otras ciudades con presencia kurda. Posteriormente, a la vista del complicado panorama que adquiría la situación en Siria, las fuerzas kurdas optaron por «replegarse» y observar el devenir de los acontecimientos, pero sin adoptar un protagonismo.
Las dudas que mantienen los kurdos están directamente relacionadas con la presencia de actores islamistas (la actuación de éstos en Irak contra la población kurda local perdura en las mentes de muchos kurdos en Siria), con el papel que está adoptando Turquía (apoyando claramente la oposición al régimen sirio, pero sin esconder su rechazo a cualquier demanda kurda) y también con el complejo escenario que se está desarrollando.
El este kurdo, dominado por Irán, también está en cierta medida sujeto a los acontecimientos del conjunto de la región. Desde Teherán se sigue manteniendo una dura represión y los activistas kurdos han dado paso a una nueva generación que ha optado por mantener activas todas las formas de resistencia.
En la zona aparece en ocasiones un factor unido a la presencia de terceros actores. Así, Irán mantiene una alianza de facto con Turquía a la hora de perseguir las expresiones del nacionalismo kurdo, temerosos ambos estados de los lazos y relaciones que mantienen algunas de las organizaciones kurdas de esos dos estados. Y al mismo tiempo los dirigentes iraníes temen la posible presencia de actores extranjeros (algunas fuentes apuntan a EEUU o Israel), que intentarían aprovechar las reivindicaciones kurdas para debilitar al actual régimen de Teherán. No obstante, la población kurda es muy consciente que en el pasado la defensa de sus derechos por terceros actores ha estado condicionada a la salvaguarda de los intereses de los extranjeros, que no han dudado en abandonar a su suerte a Kurdistán en todo momento.
El sur de Kurdistán, enmarcado dentro del actual estado iraquí, ha desarrollado durante estos años una situación referen- cial para otras poblaciones kurdas. La coyuntura en torno a Irak ha permitido un evidente despegue económico de la región, al tiempo que se considera como la zona más estable del país. Pero durante estos doce meses las protestas también han llegado hasta allí. Las disputas sobre el status final de Kirkuk, la corrupción, el mercado negro de petróleo, las carencias democráticas de los dos principales partidos kurdos (PUK y PDK), la irrupción de militares turcos persiguiendo a militantes del PKK, son ejemplos de que la situación no es tan estable como se pretende.
El rumbo que tomen las protestas en el mundo árabe y el escenario que se diseñe en Irak añadirán más gotas de incerti- dumbre en torno al sur de Kurdistán, sin descartar tampoco los intereses de otros actores para aumentar su peso en la zona.
Así pues, podemos observar que tras el manto de la llamada «primavera árabe» coexisten otros protagonistas «no árabes» (Irán, Turquía e Israel), pero al mismo tiempo el manto mediático sobre todo ello nos impide ver la existencia de realidades como la del pueblo kurdo, a día de hoy la mayor nación sin estado del mundo.