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El Cáucaso post soviético, veinte años de una independencia problemática

La región ha vivido tres guerras desde que Armenia, Azerbaiyán y Georgia consiguieran su independencia de la URSS hace veinte años. Las tres naciones han llevado una trayectoria diferente en este tiempo, pero en los tres casos siguen existiendo conflictos no resueltos que las unen al pasado.

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Pablo GONZÁLEZ

Armenia, Azerbaiyán y Georgia han vivido los veinte años que han pasado desde la desintegración de la Unión Soviética de una manera muy diferente. Azerbaiyán ha disfrutado desde mediados de los años noventa de una época de importante desarrollo económico gracias a la exportación de gas y petróleo. Armenia, por su lado, ha seguido un camino mucho más austero y problemático marcado por el aislamiento que sufre por parte de varios de sus vecinos. Georgia ha sufrido dos guerras, a consecuencia de las cuales ha perdido una parte importante de su territorio, pero aun así ha conseguido algunos de los avances sociales y económicos más notables de toda la ex URSS.

Nagorno Karabaj

El conflicto que llevó a una guerra en los años noventa entre Armenia y Azerbaiyán por la región de Nagorno Karabaj, situada entre ambos países, renació a finales de los años ochenta del siglo XX, después de haber estado dormido durante más de sesenta años de férreo control soviético. La guerra, que duró de 1992 a 1994, supuso un periodo duro para ambas naciones. El alto el fuego permanente que se firmó tenía poco de permanente y era una solución temporal que buscaba ganar tiempo para las posteriores negociaciones. A pesar del tiempo y los esfuerzos invertidos, la situación poco ha mejorado desde 1994.

La paz poco sólida que trajo el fin de la guerra fue distinta para ambos países. Armenia era una nación de mayoría cristiano ortodoxa de un tamaño similar al de Catalunya y de algo más de tres millones de habitantes que estaba aislada por gran parte de sus vecinos. Irán y Turquía apoyaban abiertamente a Azerbaiyán, también musulmán, y por ello no dudaron en presionar a Armenia mediante el bloqueo. Este bloqueo de los países vecinos les dejaba a las autoridades de Erevan su frontera norte, la que comparte con Georgia, como la única vía de intercambio económico.

Esta situación hizo que Armenia tuviera que esforzarse para alimentarse por sí misma, lo cual trajo cierto desarrollo de la agricultura y la industria alimentaria. Sin embargo, no se han llegado a recuperar los niveles productivos de la época soviética, ya que las industrias integradas en el sistema de la URSS simplemente se quedaron sin trabajo con la disolución. Como consecuencia de la difícil situación económica, muchos armenios tuvieron que seguir su vida fuera del país. Las divisas que entran desde el exterior procedentes de armenios emigrados eran y siguen siendo una importante contribución a la economía de la nación.

Azerbaiyán, un país de un tamaño similar a Portugal y nueve millones de habitantes, salió perdedor de la guerra de Nagorno Karabaj. Perdió un 17% de su terreno ante los armenios, aunque nunca ha renunciado oficialmente a recuperarlo. A pesar de ello, poco fue el tiempo para lamentarse. En 1994, al cabo de sólo tres meses del cese de hostilidades, el país firmó un acuerdo internacional ajeno al conflicto con los armenios. Dicho acuerdo se conoce en Azerbaiyán como el «contrato del siglo».

El «contrato» en cuestión era un acuerdo entre Azerbaiyán y trece de las principales empresas energéticas del mundo para explotar el rico subsuelo del país. Los beneficios obtenidos por Bakú desde entonces le han permitido a Azerbaiyán mostrar uno de los mejores ritmos de crecimiento económico de todos los países ex soviéticos. En los últimos diez años, el país es cada vez más similar al modelo económico y social de los países exportadores de petróleo del Golfo Pérsico. Atrás quedaron los difíciles primeros años de independencia en la que la guerra y las tensiones internas amenazaban continuamente a la estabilidad del país.

Georgia

Georgia, de tres millones de habitantes y un tamaño similar al de Irlanda, por su parte, también sufrió un conflicto a principios de los años noventa. Los escenarios fueron Osetia del Sur y, sobre todo, Abjasia. Durante la existencia de la URSS ya existían tensiones en estas regiones entre los georgianos y las otras etnias, osetos y abjasos, pero fue con el fin del control comunista cuando las hostilidades pasaron a ser una guerra abierta. Gracias a la ayuda rusa, las dos regiones defendieron su autonomía, aunque siguieron formando parte de Georgia. El problema de estos dos territorios ha sido una constante en la vida política georgiana desde entonces.

El primer presidente del país, Gamsajurdia, se vio obligado a dejar su puesto en 1992 tras un golpe de Estado al ex ministro de Exteriores soviético Eduard Shevardnadze, quien presidió la nación durante diez años. Una década en la que la que la corrupción y la mala situación económica junto a un gobierno poco proclive a cambios marcaron un tiempo en el que se perdió la herencia del sistema social soviético sin construir a cambio un estado capitalista convencional. En 2003, se produjo la llamada «revolución de las rosas». Gracias a ella llegó al poder un joven y prometedor político abiertamente pro occidental, Mijail Saakashvili.

La relación con Rusia

Las tres repúblicas mantuvieron unas relaciones muy diferentes con la principal heredera de la URSS, la Federación Rusa. Para Armenia, Rusia sigue siendo el principal garante de su independencia. Por ello no es de extrañar la presencia de bases militares rusas en territorio armenio. Moscú es para Azerbaiyán ante todo un importante socio económico. Azerbaiyán ha participado en foros internacionales promovidos por la Unión Europea y Estados Unidos, opuestos a Rusia, pero nunca se ha llegado a posturas de oposición como las vividas por Georgia o en menor medida Ucrania. A pesar de la inauguración con el paso de los años de vías alternativas para poder transportar los productos energéticos hacía Europa, Bakú ha dependido y sigue dependiendo en gran medida del tránsito que pasa por suelo ruso.

Georgia es la nación con peores relaciones con Rusia no sólo del Cáucaso, sino de todas las que formaban la URSS. El primer escoyo en las relaciones mutuas fue la poco disimulada ayuda rusa a Abjasia y Osetia del Sur. Estas repúblicas han sido el detonador del otro gran incidente de las relaciones ruso-georgianas.

Desde 2003, con la llegada al poder en Georgia de Saakashvili, las presiones por retomar el control de ambas regiones se intensificaron. Rusia, que veía cómo iba perdiendo peso en la región ante el avance diplomático estadounidense, fue repartiendo pasaportes rusos a todos los que lo deseasen tanto en Abjasia como en Osetia del Sur. En vez de negociar, Saakashvili se decidió por el uso de la fuerza.

En agosto de 2008, Georgia intervino militarmente en Osetia del Sur. Rusia envió sus tropas para proteger a los ciudadanos rusos de esas repúblicas, cerca del 90% del total en ese momento gracias al reparto de pasaportes. La guerra duró cinco días y los resultados para Tbilisi no podrían haber sido peores. Rusia garantizó a partir de ese momento la independencia de ambos territorios, lo cual unido al hecho de ser Saakashvili el iniciador de las hostilidades, hizo que la posición internacional de Georgia fuera cuanto menos complicada. Los objetivos tanto de entrar en la OTAN como en la UE se alejaron de Georgia como mínimo una década.

Problemas con la democracia

A pesar de la diferente situación económica y del nivel de vida de la población, ninguno de los tres países ha logrado un sistema democrático intachable. Ni en las más pobres Armenia o Georgia, ni en la más pudiente Azerbaiyán se han librado de quejas periódicas de la oposición ante la presión y poca transparencia de las autoridades, llegando a ocurrir en varios casos atentados tanto contra políticos como contra infraestructuras económicas, así como masivas protestas ciudadanas.

En el caso de armenios y azeríes, siempre está la sospecha y la acusación mutua en caso de cualquier problema interno. Así, Erevan ve la mano de Bakú detrás de cualquier disturbio o atentado y viceversa. Por todo ello no es de extrañar que, a pesar de la disparidad cada vez más creciente en el plano económico, las dos repúblicas estén inmersas en una carrera armamentística.

Georgia, por su lado, es uno de los países ex soviéticos que más ha avanzado desde 2003 en la construcción de un sistema capitalista moderno. Se han introducido leyes que facilitan la creación de empresas, se ha combatido la corrupción, se han reformado la Policía y el Ejercito. Todo ello, sin embargo, ha chocado en los últimos años con un giro autoritario del presidente Saakashvili. A raíz de la derrota militar de 2008, la oposición política ha denunciado en numerosas ocasiones las dificultades que tiene para participar en la vida política georgiana.

Fue al poco de salir los soldados soviéticos hace veinte años cuando los problemas existentes de la región volvieron al primer plano. Este año se ha vivido una nueva escalada de tensión en la región de Nagorno Karabaj. La respuesta tanto de Bakú como de Erevan ha sido la organización de llamativos desfiles militares en los que han dado a entender el uno al otro que están listos para reanudar el conflicto en cualquier momento. Se producen discretos intentos de mediación por parte de Rusia, Turquía o la UE, pero al estar ya los intereses económicos de la zona bajo control de las grandes empresas del sector, nadie demuestra la voluntad necesaria de resolver el conflicto congelado entre ambos países y que no deja que ninguna de las dos naciones se desarrolle con plena normalidad sin temor a un nuevo conflicto.

Las relaciones entre Moscú y Tbilisi distan mucho de ser las habituales entre dos países vecinos. A pesar de que Georgia haya permitido la entrada de Rusia en la Organización Mundial del Comercio este año, la intransigencia en la posición de ambos respecto de Abjasia y Osetia del Sur hace que la normalización esté aún muy lejos.

 

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