Fueron más de 10.000 policías y gendarmes los movilizados el sábado en París, 60.000 en todo el hexágono, para la San Silvestre, que no es una carrera, sino muchas y de persecución, precedidas de coches incendiados y otros disturbios provocados por jóvenes sin mucho futuro, la mayoría astillas de la inmigración, ésos que Sarkozy gusta en llamar escoria, a los que limpiaría con karcher.

Y cada nuevo año, tras esa noche de fuegos, los mensajes de ese tipo se repiten. Y calan con gran facilidad. Más difícil es explicar porqué esos jóvenes actúan de esa manera. Más fácil es alarmar con los índices de criminalidad de los barrios marginales. Más difícil es explicar porqué en los barrios chic hay un policía por cada 63 habitantes, mientras que en los otros, esos donde habita la escoria y reina el crimen y el vandalismo, donde rumian a diario paro y discriminación, hay uno solo por cada 531. Uno, pero con karcher, se supone.

Una vez más los periódicos de hoy abrirán con las cifras de la madrugada de ayer, la del número de agentes desplegados, la del número de incendios, la del número de detenidos. Pero en algún rincón de esas páginas, quizá se podrá encontrar una reseña sobre esa señora, esposa de coronel de la Gendarmería, que había montado en su casita una empresa de distribución de figuritas nazis representando a Hitler, Goering y demás, esos que hicieron del fuego todo un instrumento de su política racial. Lo que es seguro es que, entre las cifras que los periódicos publiquen hoy, no aparecerá el número de clientes de la susodicha señora que, uniformados y porra en ristre, reparten cada San Silvestre feliz daño a todos.