El alto el fuego general, permanente y verificable que ETA declaró el 10 de enero de 2011 no fue un hecho aislado ni un primer paso, puesto que meses antes, en setiembre de 2010, esta organización ya había informado del cese de las acciones armadas ofensivas, y la izquierda abertzale hacía tiempo que había iniciado un debate profundo para propiciar un cambio de ciclo. Pero sí fue un hecho de gran calado, a partir del cual nada ha vuelto a ser igual en este país. Con aquel anuncio, ETA respondía a las demandas de la Declaración de Bruselas y del Acuerdo de Gernika, y expresaba un compromiso firme con el final de la confrontación armada, compromiso que culminó con la declaración del 20 de octubre. Para entonces, el escenario ya había cambiado de forma evidente. De hecho, fue el anuncio de ETA el que alteró todos los escenarios que la mayoría de los agentes tenían prefijados para este pueblo, rompiendo de paso sus esquemas y abriendo un nuevo campo de actuación.

En este año han pasado muchas cosas. La apuesta por la unión de fuerzas abertzales y progresistas ha dado como resultado un vuelco absoluto en el ámbito institucional y de relaciones políticas, al que por el momento solo escapa el Parlamento de Gasteiz. La implicación de personalidades de ámbito internacional en favor de una solución al conflicto ha alcanzado cotas insospechadas, con la declaración de Aiete como máximo exponente. Y la sociedad vasca se ha decantado claramente por aquellos que apuestan por un escenario de paz y democracia, instando al resto a que den los pasos necesarios para alcanzarlo. La manifestación del sábado pasado en Bilbo es el mejor ejemplo.

La iniciativa es hoy de aquellos que han arriesgado en favor de un nuevo tiempo, y no de quienes permanecen aferrados a estrategias de confrontación y bloqueo. Estos siguen teniendo fuerza e instrumentos para hacer sufrir a este pueblo, pero perdida la batalla política, son ellos quienes ahora se limitan a resistir.