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Floren Aoiz www.elomendia.com

Un reto colosal que debe resolverse con inteligencia y tesón

No tienen recambio y creen que utilizar a los presos como rehenes puede ser una manera de retrasar lo inevitable. Sospechan que no es una gran idea, pero hoy por hoy no parecen tener una mejor. Ni siquiera una menos mala

Aunque uno de los linces de «El País» escribía esta misma semana que la manifestación de Bilbo había pasado poco menos que desapercibida, la conmoción social y política provocada por la multitud reunida el sábado ha roto todas las barreras.

Las reacciones han sido, como podía esperarse, diversas, pero todo el mundo ha tenido que asumir que la solidaridad con las presas y presos vascos es un elemento sensibilizador y movilizador de primer orden. Para algunos, la digestión está resultando muy pesada, porque supone la constatación de su incapacidad para marcar la agenda política. La sociedad vasca no se traga los relatos de la derrota de ETA ni cree en las historietas maniqueas de víctimas y verdugos que nos han querido imponer.

La defensa de los derechos de las personas presas es una reivindicación democrática mayoritaria en nuestro país. No significa adhesión total con las motivaciones ni las acciones de esas personas encarceladas. Es evidente que el apoyo a las ideas que han impulsado a las personas que han sufrido y sufren la represión es muy fuerte, pero la reclamación de cambios en la política penitenciaria va mucho más allá, como expresión de la voluntad de superar las consecuencias de la fase armada del conflicto.

Y esto es mucho más de lo que los estrategas represivos francoespañoles y sus cómplices locales pueden asimilar, porque evidencia el fracaso estrepitoso de la trama urdida durante años para ocultar la naturaleza política del conflicto y justificar la violación de derechos elementales con la coartada del «antiterrorismo».

La sociedad vasca ha vuelto a desmontar los planes que habían establecido para ella. Ha expresado su voluntad con claridad frente a unos gigantescos aparatos de propaganda y todo tipo de distorsiones y provocaciones.

El paso dado es gigantesco, sin duda, pero no suficiente. No serviría de nada engañarnos. No es lo mismo abrir un agujero en el muro que derribarlo totalmente. Una manifestación, por multitudinaria que sea, no basta para hacer que todo cambie de un día para otro. Será preciso seguir por el mismo camino, dar nuevos pasos y saltos.

El éxito del pasado sábado reclama una gestión inteligente, para sumar fuerzas y aislar aún más a los defensores de la represión y la crueldad de estado contra las personas presas. Ya están a la defensiva. Comienzan a asumir que los nuevos tiempos exigen nuevas fórmulas, pero les va a costar, porque no tienen una estrategia alternativa a la persecución y la criminalización.

Han hecho bandera de la conculcación de derechos y ahora sienten pánico ante la nueva era. No tienen recambio y creen que utilizar a los presos como rehenes puede ser una manera de retrasar lo inevitable. Sospechan que no es una gran idea, pero hoy por hoy no parecen tener una mejor. Ni siquiera una menos mala.

Ahora el reto es hacer aún más colosal la prolongación en el día a día de la colosal manifestación del 7 de enero de 2012.

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