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Oskar Bañuelos | Periodista

¿Y ahora qué? Dudas para un tiempo de esperanza

Los excelentes resultados electorales de Bildu y Amaiur han hecho saltar las alarmas en Sabin Etxea. El PNV ve en peligro su hegemonía en el campo abertzale

Asistimos a un cambio de ciclo en Euskal Herria que ya nadie pone en duda, salvo aquellos sectores que hasta ahora han vivido del conflicto (sí, alto y claro, ¡que han vivido del conflicto!) y que pretenden continuar viviendo de él. Los movimientos unilaterales de los últimos tiempos de la izquierda abertzale y de cuantos han aceptado el reto y el riesgo de la acumulación de fuerzas progresista y soberanista demuestran que ahora sí que sí. La Declaración de Gernika, la Conferencia de Aiete y la decisión de ETA de abandonar su actividad armada son expresiones firmes de ese cambio estratégico y de esa apuesta. Los resultados de las dos citas electorales de 2011 y la manifestación kolosala por los derechos de los represaliados y represaliadas políticas vascas del día 7 de enero en Bilbo son consecuencias de ese nuevo tiempo. Siendo objetivamente esto así, algunos y algunas todavía observamos ciertas incertidumbres sobre el futuro. Dudas -aclaro- que no están en el bando de los que hasta ahora han tomado las decisiones unilaterales, sino en la barricada de los que aún no se han movido ni un milímetro de sus posiciones o en el campo de los que, si se han movido, lo han hecho a regañadientes y esperando agazapados a una hipotética segunda vuelta del partido.

¿Tiene la izquierda abertzale que seguir dando pasos unilaterales, a pesar de que el adversario no se mueva? Desde mi punto de vista, sí. Sin duda. Tiene que seguir confrontando democráticamente y llevando la iniciativa política; posición que aquí y ahora y ante la falta de colaboración del resto de sensibilidades, pasa por la unilateralidad. Y no solamente eso, sino que en el plano interno tiene que avanzar para que todas las personas de izquierdas y abertzales puedan contar con un partido fuerte, abierto, plural y con una estructura democrática. Incluso, si se puede, dando pasos en esta dirección antes de su legalización formal. La actual interinidad, obligada por la situación de represión y clandestinidad, no puede dilatarse más en el tiempo. La nueva dirección política de la izquierda abertzale, y más cuando va a tener que decidir sobre cuestiones estratégicas, debe tener cuanto antes un amplio apoyo de su masa social y militante para disipar cualquier duda sobre su representatividad.

¿Y qué hacer si el Gobierno de Rajoy no se mueve y no adopta medidas para humanizar el conflicto en cuestiones como los derechos de los presos y los juicios políticos pendientes? Igualmente, seguir dando pasos, continuar acumulando fuerzas utilizando las armas del convencimiento, la persuasión, la movilización o la desobediencia civil; en las instituciones, en la calle, en los centros de trabajo o de estudio. Enfrentando la razón y la defensa de los derechos civiles y políticos a la sinrazón, a la venganza y a la fuerza. No queda otra. Si los inmovilistas se escudan en que no queremos hablar de los derechos de las víctimas y de su papel en el proceso, ¡hablemos! Hablemos de los derechos de las víctimas (de todas), y obliguémosles -con el respaldo de la gran mayoría de la ciudadanía vasca- a hablar también de los derechos y del papel de los presos. Sin miedo. Vamos a discutir de todos los derechos, para todos y en todo mo- mento. Si hay que reconocer el daño causado, ¡reconozcámoslo!, antes que ellos si es preciso, porque la ciudadanía vasca sabrá valorar -como ya lo está haciendo- el esfuerzo realizado y porque sabemos y saben que si hay un auténtico proceso de paz y normalización (como se ha hecho en Irlanda o en Sudáfrica), este tendrá que ser a la fuerza un proceso democrático sin vencedores ni vencidos. O no será tal.

Los excelentes resultados electorales de Bildu y Amaiur han hecho saltar las alarmas en Sabin Etxea. El PNV ve en peligro, por primera vez desde el franquismo, su hegemonía en el campo abertzale. Las últimas declaraciones de sus principales líderes y las filtraciones tendenciosas vertidas por medios de comunicación de su órbita sobre cuestiones muy sensibles del proceso de paz así lo ponen de manifiesto. El PNV y una parte de la mayoría sindical, aunque por razones diferentes, no van a hacer el camino; por lo menos ahora. Lo cierto es que cuando oyen proceso de paz, humanización, derechos, normalización; sólo ven poder institucional, estrategia partidaria, rédito electoral y contrapoder y hegemonía sindical. Ambos piensan que acompañar el proceso tal y como está definido y después del tsunami electoral es tanto como dar un cheque en blanco gratis et amore a la izquierda abertzale. Y así es imposible llegar a acuerdos de fondo. El PNV lucha por ser el único interlocutor con el Estado y anhela volver al poder en la CAV; y con esas dos premisas se prepara para la batalla política (y electoral). Todavía no ha elegido compañero de viaje (PP o PSE), pero lo que sí está claro es que ya ha elegido adversario: la izquierda sbertzale.

¿Y ETA qué? ETA, a mi juicio, tiene que hacer su papel. El papel que ha aceptado y en el que se ha comprometido con Euskal Herria. Mirando al pasado, sabiendo entender el presente y apostando por el futuro. Instando una y otra vez al Gobierno a dialogar y a llegar a acuerdos para la resolución de las consecuencias del conflicto y así superar la confrontación armada. Y ayudando a convencer por la vía de los hechos a aquellos nostálgicos -propios y ajenos- que defienden que cualquier tiempo pasado fue mejor, que esa posición, además de ser un error histórico mayúsculo, es un imposible.

Vivimos un tiempo de esperanza que necesita creer más que nunca en las propias fuerzas y corazón caliente y cabeza fría. Un nuevo ciclo que tiene muchas certezas, pero también algunas dudas; y es bueno ponerlas, todas ellas, encima de la mesa.

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