ENTREVISTA
«Por la paz hay que hablar con ‘el cabrón’ que tienes enfrente»
Periodista de «Liberation» desde 1974 hasta 2007, Sorj Chalandon trabaja ahora para la revista satírica «Le Canard Enchaîné». Premiado tanto por su labor periodística como por su faceta literaria, ha profundizado en el proceso irlandés, y desde ahí, sin paralelismos, extrae conclusiones válidas también para Euskal Herria: «Desde que los miembros del IRA son ministros, la gente dice que no tienen nada que ver con los vascos. Pero esos `terroristas' durante 30 años estuvieron pidiendo negociar, y cuando Blair dijo que sí, dejaron las armas».
Idoia ERASO | BAIONA
Conocido por tratar como periodista muchos conflictos internacionales, ha sido el de Irlanda el que le ha tocado más profundamente, ya que entabló relación con un miembro del IRA que resultó ser un «traidor» (Denis Donaldson), una historia que tradujo en literatura: publicó «Mon traître» (Mi traidor) en 2008, y en su última novela, «Retour à Killybegs», se pone en la piel de ese personaje.
Usted también trabajó en Baiona durante la época de los GAL, pero sobre todo en Irlanda. ¿Qué lecciones se pueden aprender de lo ocurrido allí?
Nunca hago paralelismos. Lo que es seguro es que no hay paz sin justicia, jamás, en ningún lugar del mundo. Se puede hablar de la paz continuamente, pero no sirve para nada. En Irlanda lograron la paz porque en un momento dado el Gobierno británico habló con su enemigo, porque hay que sentarse y dialogar con `el cabrón' que tienes en frente. Si los británicos no llegan a sentarse y decir `vamos a hablar', nunca habría habido paz. Si no se llega a liberar a los prisioneros, nunca habría habido paz. Yo no hablo de las razones históricas del conflicto, pero hay que tomar una elección, y en un momento dado las autoridades españolas tendrán que dar comienzo a las negociaciones. Y el de los presos será, evidentemente, uno de los mayores retos.
En todas partes, cada vez que hay una tregua, o una paz, se libera a los presos. Y cuando la gente dice que ETA ha matado, hay que recordar que ha habido muertos en los dos campos. No se olvida nada, pero llega un momento en el que, imperativamente, las dos partes tienen que hablar, y los presos son la clave. Yo no sé cómo puede ser, tal vez agrupándolos, pero mientras estén en las prisiones y no hablen, no hay ninguna oportunidad.
Desde París, ¿cómo percibe al Gobierno francés?
El problema que tienen los franceses es que no se sienten concernidos por esta guerra. La idea que tienen es que es una guerra que lleva España, quitando a Iparretarrak, que es un problema francés puro. Lo que hacen es ayudar a la represión de los abertzales, pero yo no los veo preparados para ayudar en una solución, al menos por ahora. Cada vez que se habla de ello, es para responder que es un problema español.
¿Cómo explica esa especie de «ley del silencio» que se observa en los medios franceses sobre el conflicto vasco?
Cada vez es menor. Me parece que desde que ETA ha dejado la lucha armada, [hablar de ello] es menos violento. Es más difícil hablar todo el tiempo de bombas, por lo que ahora se le han restablecido a cada uno sus propias responsabilidades. No creo que se trate de la omertà, creo que es más bien un desinterés. Cuando un gendarme francés muere, prevalece la impresión de que es un problema importado. No han interiorizado que hay dos estados, el francés y el español, y que los dos están enfrentados al problema vasco. Lo que han interiorizado es que después de Franco España es una democracia y que Francia ayuda a esta democracia contra el terrorismo. Es tan básico y banal como eso. Y el periodista francés que se interesa por el conflicto vasco o irlandés está solo, no se representa más que a sí mismo.
¿Ve usted alguna evolución en esa percepción?
La evolución empieza ahora, porque el hecho de dejar las armas quita argumentos a todos los que hablan tan solo de terrorismo. Puede ayudar a los demócratas a hacerse ciertas preguntas. En todos los problemas armados, la violencia política es una cuestión que incomoda, no se sabe cómo actuar ante eso. y en cuanto ese problema cae... Cuando ETA anunció la tregua, los primeros argumentos españoles fueron que no se lo creían, porque de repente hay miedo de que sea verdad, y eso es una catástrofe para los que tan solo saben hablar de terrorismo.
La opinión pública debe ver que la violencia se ha terminado en el País Vasco pero que el problema sigue intacto. Hay presos en todos lados y hay personas amenazadas de ser enviadas a España. Espero que la reflexión empiece ahora.
Desde que los miembros del IRA son ministros, la gente dice que no tienen nada que ver con los vascos. Imagine a un responsable de ETA que fuese viceprimer ministro. La percepción de la gente cambia. La gente dice que los dos grupos armados no tienen ninguna relación; yo les respondo que esos `terroristas'durante treinta años estuvieron pidiendo negociar, y cuando Tony Blair dijo que sí, dejaron las armas. Pero eso es difícil de escuchar....
Ha recibido premios en los dos ámbitos en los que trabaja. Su último libro, «Retour à Killybegs», ha sido premiado por la Academia francesa.
Como periodista gané el premio Albert-Londres porque estimaron que, durante el tiempo que duró la guerra de Irlanda, lo que escribí era equilibrado, que hablé del miedo de los dos campos. Cuando mi amigo traicionó [al IRA] no pude escribir ni una palabra en «Liberation». Hacía treinta años que escribía sobre Irlanda, pero no pude porque era demasiado cercano. La ficción ha sido la única manera en la que he logrado escribir sobre esa traición; periodísticamente no he podido.
No ha sido un proceso de perdón ni de explicación, ni siquiera para tratar de comprender. Cuando escribí «Mon traître» era porque la traición acababa de ocurrir, y era muy doloroso y quería hacer el duelo, pero no funcionó. Me dije que me faltaba algo, que tenía que ponerme en la piel del traidor.
«Yo no veo a Francia preparada, al menos por ahora, para establecer los medios para ayudar a una solución del conflicto vasco»