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Raimundo Fitero

Sin dueño

La calle se ha quedado sin uno de sus dueños más violentos. Manuel Fraga Iribarne ha fallecido con una edad excesiva, cuando el deterioro físico era palpable. Las televisiones le han dedicado honores de estado. Las alabanzas han sido tantas como los silencios y las ocultaciones. La memoria histórica ocultada por una biografía de componendas y servicios generales. Un personaje, indudablemente histórico, con tantos episodios en sus sesenta años en el poder que dan para muchas alternativas narrativas. Casi todas son verdad, media verdad o mentiras acumuladas. Pero falta mucha biografía que contar, mucho que reseñar, mucho que recordar que se ha esfumado del aparato propagandístico de sus apologetas.

Si alguien de la clase política tiene episodios audiovisuales para rellenar varias horas es Fraga. Fue el que convirtió la censura en una maniobra cínicamente aperturista en tiempos de la ceguera total, en tiempos del franquismo desarrollista. Se llamó ley de prensa y servía para secuestrar periódicos o revistas. Se aplaudió. Éramos mancos casi todos. Como miembro durante años del consejo de ministros de Franco firmó sentencias de muerte. Pero lo hacía por nuestro bien. Él era una abanderado de la democracia. Orgánica naturalmente. Después le llamaron padre de la constitución. Sería el padrastro como mucho, ya que representaba al tardofranquismo reconvertido de urgencia. Capitaneó a la derecha montaraz hasta un proyecto político de derechas que ahora se llama PP. Se bañó en Palomares y acabó con el turismo sexual. Bebió, comió y algo más inaugurando Paradores Nacionales.

Y dicen que le cabía el estado en la cabeza. Probablemente, pero en edición comprimida para estatalistas solemnes. Está claro que ha vivido del estado desde siempre, que ha sido presidente de Galicia con una corte de gaiteros, que se hizo con la calle y mandó disparar a los obreros de una iglesia en Gasteiz. El 3 de marzo es una de sus obras magnas, clave para su perfil autoritario. Pero tiene muchas más. Ha muerto un hombre de estado que no quería tener más memoria que la que le interesaba para perpetuarse. Descanse en paz. Nosotros también.

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