Belén MARTÍNEZ Analista social
Las flores del mal
La historia de la barbarie se repite. Primero fue Abu Ghraib, en Irak. Luego los escuadrones de la muerte (kill team) exhibiéndose con «trofeos» de sus víctimas afganas: dedos, huesos, dientes, etc. Hace unos días veíamos las imágenes que mostraban a cuatro marines americanos enfundados en sus trajes de combate y bajándose la cremallera del pantalón. Culminan su gesta orinando sobre tres cadáveres ensangrentados, mientras ríen y bromean entre sí.
Si la eliminación del enemigo se lleva a cabo con rifles de precisión y bombas de racimo, su aniquilación se verifica con actos que lo humillan, degradan y deshumanizan. La barbarie se desideologiza y se documenta, pero no para interpelar nuestra conciencia ya sobrecogida, sino como acto exclusivamente propagandístico y conmemorativo. El ocupante se dirige a su enemigo aún vivo: «Recuerda que vas a morir (Memento mori). Después, con tu cuerpo inerte cometeré todas estas atrocidades».
Es una celebración. No es como aquél «Yo lo vi» estampado por Goya en «Los desastres de la guerra», en el que el pintor mostraba el horror con una clara intención de denuncia. Los soldados actúan como si estuvieran consumando su última victoria.
Para Leon Panetta, secretario de Defensa de Estados Unidos, el comportamiento de los marines es «totalmente deplorable». Sus palabras no son un consuelo. Al contrario. Cerca de 20.000 soldados americanos continúan desplegados en las regiones de Kandahar y Helmand. Con las flores, las mujeres de Kabul hallaron muerte y más pobreza. Afganistán es hoy desolación y cautiverio. Una guarida. La Historia nunca nos absolverá de ser tan inocentemente brutales.