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Por fin un Parlamento Europeo más divertido

El día de su elección como nuevo presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz advirtió a los estados miembros de que no les daría ni un segundo de tregua si no respetaban los poderes de la cámara. Y cualquiera que haya seguido la carrera del socialdemócrata alemán en Estrasburgo y Bruselas sabe que cumplirá su palabra. Tan incómodo resulta que 271 diputados del Partido Popular Europeo votaron en su contra pese al acuerdo que el PPE suscribió con los socialdemócratas.

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Josu JUARISTI I

El desembarco de Martin Schulz al frente del Parlamento Europeo a mitad de legislatura responde al reparto de papeles pactado por los dos grandes grupos de la Cámara: el Partido Popular Europeo y el Partido de los Socialistas Europeos. Quien ostenta la mayoría en la legislatura tras las elecciones designa al presidente para la primera mitad y la oposición para la segunda. Aunque, en teoría, el periodo de dos años y medio podría ser renovable. El pacto no evita que puedan presentarse más candidatos al puesto, como ha ocurrido ahora, pero hace casi imposible que un tercero alcance la presidencia. Contra Martin Schulz se presentaron Nirj Deva y Diana Wallis, ambos británicos. El alemán ganó con 387 votos, por 142 Deva y 141 Wallis.

El hecho de que 271 diputados del Partido Popular Europeo rompieran la fidelidad al grupo y votaran contra el pacto suscrito con los socialdemócratas sugiere que el grupo mayoritario hubiera preferido otro candidato socialdemócrata al cargo. Una vez más, habría que decir. Josep Borrel recibió un número casi idéntico de votos cuando fue designado presidente (de hecho, uno más que Schulz). Sin embargo, Jerzy Buzek (miembro del PPE), recibió 555 votos. La derecha sigue siendo incapaz de respetar sus propios compromisos en el Parlamento Europeo.

¿Qué puede hacer el presidente?

El Presidente representa al Parlamento en el exterior y en las relaciones con las otras instituciones de la Unión Europea. Asistido por 14 vicepresidentes, dirige el conjunto de los trabajos del Parlamento Europeo y de sus órganos (Mesa y Conferencia de Presidentes) y los debates desarrollados en sesiones plenarias (el Parlamento celebra cada año 12 períodos parciales de sesiones plenarias en Estrasburgo y 6 adicionales en Bruselas).

El presidente vela por que se respete el Reglamento y garantiza con su arbitraje el buen funcionamiento de esta Institución y de sus órganos.

Es el representante del Parlamento en los asuntos jurídicos y en todas las relaciones exteriores. Expresa su parecer sobre todos los asuntos internacionales de importancia y propone recomendaciones con el objeto de fortalecer la Unión Europea.

Al inicio de cada reunión del Consejo Europeo, el presidente del Parlamento expone el punto de vista y las inquietudes e intereses de la institución en relación con temas concretos y con los puntos inscritos en el orden del día. Con su firma, tras el voto del Parlamento, el presidente da carácter ejecutivo al presupuesto de la Unión Europea.

Discurso de investidura de Martin Schulz

Las primeras palabras de Schulz ante la Cámara tras su investidura fueron de agradecimiento a los colegas, a quienes prometió que la voz del Parlamento se oirá «alta y clara». Y enseguida bajó a tierra: «Europa atraviesa tiempos turbulentos. Son momentos difíciles para muchas personas en Europa. Mis padres pertenecían todavía a una generación empeñada en que sus hijos pudieran vivir mejor que ellos. ¡Y nosotros vivimos mejor que nuestros padres! Pero ya no tenemos la certeza de que a nuestros hijos e hijas les irá siquiera tan bien como a nosotros». Martin Schulz mencionó a los jóvenes que protestan en las calles de Europa y agregó que «esta crisis de confianza en la política y en sus instituciones amenaza también la confianza en la construcción europea».

Por ello, instó a los parlamentarios europeos a ser «abogados de los ciudadanos» y a «luchar por su causa».

Hasta aquí, nada que no hubiera dicho o suscrito su antecesor en el cargo, Jerzy Buzek, aunque este, mucho más gris y aburrido, no lo habría expresado ni con tanta pasión ni en palabras tan combativas.

Y, desde luego, tampoco habría dicho, como hizo Schulz, que, desde hace meses, la Unión «se precipita de una cumbre a otra cumbre» para hacer frente a la crisis. Tampoco habría criticado, como hizo Schulz, las reuniones a puerta cerrada de los jefes de Estado y de Gobierno, algo que, en su opinión, retrotrae a Europa al siglo XIX, cuando lo que se llevaba era «imponer los intereses nacionales, sin contemplaciones y sin control democrático». Y, de corrido, pasó al meollo de la cuestión que se negocia y debate ahora mismo en la Unión Europea, el tratado intergubernamental suscrito a 26 tras el veto de Gran Bretaña. «La norma elemental -proclamó- es el método comunitario», y denunció «la fijación del proceso decisorio en cumbres y el exceso de reuniones de jefes de Gobierno que excluyen en gran medida a la única institución de la Unión elegida directamente ¯esto es, al Parlamento Europeo¯ de los procesos de toma de decisiones». Y aquí dio su primer puñetazo sobre la mesa: «¡Pero el Parlamento Europeo no asistirá impasible a ese proceso!». Y, por si hubiera alguna duda o alguien o muchos no se sintieran representados en esa opinión, zanjó así la cuestión: «Quien crea que se puede construir más Europa reduciendo la democracia parlamentaria encontrará en mí un adversario».

Schulz marca las líneas en el campo de batalla

Martin Shulz fijó su posición, muy especialmente, en relación al acuerdo intergubernamental sobre la nueva unión fiscal, y llamó al Parlamento Europeo a no dejarse pisotear por los estados miembros. Exigió, por ello, que la Cámara esté presente en la mesa de negociación de las cumbres europeas.

Declaró que, como presidente, combatirá esa tendencia a decidir en cumbres y renacionalizar las políticas. Para ello, el Tratado de Lisboa puede ser un instrumento a su favor, pero el problema radica en que la potencialidad de ese tratado está lejos de haber sido desarrollada, y no está nada claro que eso vaya a suceder. El propio Schulz recordó que, pese a estar en vigor desde hace dos años, «estamos todavía muy lejos de agotar todas las posibilidades que el Tratado de Lisboa nos brinda como representantes elegidos y elegidas democráticamente».

El socialdemócrata alemán pidió a los diputados que no rechacen la confrontación y el conflicto, y fijó claramente el campo de batalla: adoptar un punto de vista crítico en la primera lectura que la Cámara realiza de cualquier propuesta de la Comisión Europea. Se trata, básicamente, más de un momento de afirmación política y de pulso institucional que de verdadera búsqueda del consenso y es poco habitual que en esa primera lectura (que el Consejo también hace) haya acuerdo. Lo que Schulz propone es que la Cámara sea más combativa y afilada en su crítica y en la elaboración de las recomendaciones o enmiendas al texto. Sin decirlo directamente, el nuevo presidente sugirió a los diputados y a las diputadas que devuelvan el texto a la Comisión más a menudo. La Cámara Europea tiene tres opciones al realizar la primera lectura: aprobar el texto propuesto por la Comisión Europea, sin modificación alguna, y transmitírselo íntegro al Consejo para que éste a su vez se pronuncie; introducir enmiendas; o devolver el texto a la Comisión si lo considera enteramente desacertado, sea mediante un pronunciamiento expreso o bien prolongando sine die la tramitación del texto, con el fin de forzar a la Comisión a revisarlo por completo o incluso a retirar su propuesta, pero evitando así llegar a un enfrentamiento formal.

Schulz pretende que el Parlamento Europeo enseñe los dientes desde el primer momento, cuando su posición puede ser más eficaz y no depende tanto de la fidelidad de los diputados hacia sus gobiernos.

Muy activo con la palabra, más vago escribiendo

Martin Schulz es un veterano en la Cámara. Fue elegido diputado europeo en 1994 y casi siempre ha trabajado en las comisiones de derechos humanos y libertades civiles. Es su campo, donde más activo ha sido, al menos hasta el año 2000, cuando fue designado jefe de su partido (el SPD) en la Cámara. En 2004 su responsabilidad subió un peldaño más al ser nombrado jefe del grupo del Partido de los Socialistas Europeos. Así que, en cierto modo, su llegada a la presidencia de la Cámara era solo cuestión de tiempo.

Durante todo este tiempo, Martin Schulz ha sido un político de «directo». Escribir no es lo suyo (en los informes es donde se lucen los diputados); de hecho, en lo que lleva de legislatura no ha presentado ni una sola declaración escrita, ni una sola enmienda, borrador u opinión. Sin embargo, ha hablado 128 veces ante el plenario. Las veces que ha estado, porque su porcentaje de asistencia a los plenos se queda en un 75,54%, lo que le sitúa en el puesto 688 del ranking. Un mal dato.

Un huracán obligado a contenerse, o quizás no

Schulz es, comparado con Buzek o con cualquiera que le haya antecedido en el cargo, un huracán. Sus disputas dialécticas con otros diputados son legendarias (por ejemplo, con el euroescéptico británico Nigel Farange). Pero ahora ya no tiene la libertad que tenía antes. Una de sus funciones es, precisamente, fomentar el consenso, con lo que no va a tener más remedio que tratar de controlar su afilada lengua.

Pero hay otro factor a tener en cuenta que podría poner en entredicho la anterior afirmación: Martin Schulz no está, como otros que pasaron por esa silla, al final de su carrera, ni mucho menos. Schulz tiene otras ambiciones (ser presidente de la Comisión Europea, por ejemplo), lo que, probablemente, le llevará a refrenarse menos de lo que su cargo podría exigirle. Su espíritu combativo, si lo mantiene, podría tener dos consecuencias: retratar la debilidad del Parlamento o modificar la estructura del poder en Bruselas.

En cualquier caso, no podrá hablar en nombre de su grupo, el socialdemócrata, pero sí lo hará en nombre del comunitarismo más militante.

Quien peor llevará probablemente su protagonismo será Durao Barroso, porque Schulz será capaz de eclipsar su figura.

Herman Van Rompuy juega en otra división, la de los estados, pero le tocará bregar muchas veces con Schulz. Mientras que la tercera pata del banco interinstitucional comunitario, la casi desaparecida en combate (sin haber entrado nunca en combate) Catherine Ashton, pasará al ostracismo más evidente.

En todo caso, con Buzek o con Schulz, el problema del Parlamento seguirá siendo el mismo: el desinterés de los ciudadanos. Con Schulz todo será más divertido, pero el problema de la UE no es solo que resulta aburrido.

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