Txisko Fernández Periodista
Un arco atlántico por la soberanía
En los últimos años, el concepto de «arco atlántico» está siendo utilizado por algunas instituciones, incluidas las que reflejan la partición territorial de Euskal Herria, como un tótem al que aferrarse para defender ciertos proyectos que, ¡cómo no!, nos van a llevar a la cúspide del desarrollo.
Bajo ese concepto se quieren vender a la opinión pública las nuevas líneas de alta velocidad ferroviaria o el puerto exterior de Pasaia. Incluso ya han montado una pomposa Comisión del Arco Atlántico -con mayúsculas-, cuya última asamblea general se celebró el pasado junio en La Rochelle, con Ségolène Royal como anfitriona en calidad de presidenta de la Región Poitou-Charentes.
Quienes defienden desde aquí ese tipo de montajes «suprainstitucionales» suelen obviar que no tienen ningún poder ejecutivo y que, si bien pueden llegar a constituirse en lobby para defender intereses «regionales» en Bruselas, carecen de una voluntad soberana. En lo que coincido con ellos es que Euskal Herria constituye un enclave estratégico desde el punto de vista geográfico en el arco atlántico.
En este momento conviene más que nunca respirar los aires que nos llegan a través del Golfo de Bizkaia porque, ¡mira por dónde!, la brisa atlántica nos llega cargada de salitre independentista, especialmente desde Irlanda -embarcada en un proceso de reunificación-, desde Escocia -con un referéndum sobre la independencia previsto para 2014- y desde Flandes -donde el corsé federal belga está a punto de reventar-.
Si durante las últimas décadas el mapa de Europa se ha ido haciendo cada vez más complejo según se miraba hacia el este -desde el Mediterráneo que baña los Balcanes hasta el Báltico-, la agenda geoestratégica apunta ahora hacia este océano que siempre ha servido a las gentes de Euskal Herria para comunicarse con el resto del mundo.
No ha sido esa nuestra única vía para establecer relaciones, ni la rosa de los vientos marca solo el norte desde nuestras tierras, pero cada vez son más las gentes -y los agentes políticos, sindicales y empresariales- de este país que están convencidos de que desde otros puntos cardinales -véanse Madrid o París- poco podemos esperar en estos nuevos tiempos. Por ello, conviene apostar por un arco atlántico que navega rumbo hacia la soberanía de los pueblos.