Mikel INSAUSTI

En Hollywood han preferido a “Chico y Rita” para los Oscar, porque allí no están acostumbrados a ver una animación tan realista y dura como la de “Arrugas”. Y lo cierto es que, por aquí, tampoco. Reconozco que no es fácil asimilar la contemplación de unos dibujos aparentemente inofensivos, pero cuyo contenido es incluso más dramático que el de cualquier película con personajes de carne y hueso. Sin embargo, la descarnada historia original de Paco Roca le sienta muy bien al género en su nivel técnico más simple y carente de acción, puede que debido a que la fuerza expresiva del premiado cómic se basa en el estaticismo de los personajes, que por algo son ancianos con dificultades de movilidad. La perspectiva que ofrece Ignacio Ferreras de la vejez en su nada desmerecedora adaptación no da lugar a falsas esperanzas, porque la suya es una reflexión sobre el inexorable paso del tiempo. La idea de fugacidad que domina la existencia humana la expresa mediante el movimiento de las nubes, nubes pasajeras que conectan con los recuerdos de infancia a la manera poética del maestro Miyazaki.

Por una vez, el trabajo de doblaje ayuda a dar credibilidad a los protagonistas, con voces perfectamente diferenciadas, y así el acento argentino del compañero de habitación del personaje principal aporta el plus de experiencia que da el haber viajado. El veterano interno de la residencia geriátrica tiene más mundo que el recién llegado, por lo que ejerce como su guía y consejero. Es más, cuando al nuevo le diagnostican Alzheimer, no duda en animarle proponiéndole juegos de memoria y pequeños trucos para evitar que se convierta en un enfermo dependiente. He ahí el mayor motivo de pánico de los residentes, representado por la planta superior en la que terminan los asistidos. Uno es persona mientras mantiene su identidad a salvo, pero cuando ya no puede valerse por si mismo y queda relegado a una condición vegetativa se inicia el proceso de la muerte en vida, descrito en “Arrugas” tal cual es.