En este extraño final del torneo, el partido por el tercer puesto que disputarán Croacia y España (14.30, Geipel y Helbig -Alemania-, Teledeporte) bien podía haber sido la final, por el juego desarrollado por ambas selecciones hasta semifinales.

Pero España comprobó que su falta de lanzadores específicos desde más allá de los nueve metros es un déficit demasiado grande, que puede traer malas consecuencias en el tramo final de los campeonatos, ante rivales que disponen de grandes defensas y grandes porteros (en calidad, y en tamaño).

Croacia, la mayoría de sus jugadores, chocaron con un Stanic en estado de gracia, y luego se arrugaron un poco en la segunda parte ante Serbia (con aquel ambiente resulta en cierta forma comprensible), y parecieron pensar que ya habrá otras oportunidades.

La incógnita reside en comprobar cómo han asimilado ambas selecciones las circunstancias en que quedaron fuera de la final. Croacia parecía más resignada, sabedora de que vencer a Serbia en el Beogradska resultaba poco menos que una misión imposible. España acabó más tocada, convencida de su superioridad ante Dinamarca, sin acabar de creer que fuera derrotada.