Mikel Argiñarena Profesor jubilado
A Rafa Aguirre, después de muchos años
El relato común, por definición, exige la aportación de todas las partes del conflicto. Y vosotros no estáis dispuestos a ello Tal vez tú has podido sufrir la amenaza, pero en mi entorno me he cansado de ver la amenaza mil veces cumplida
Veo que te has jubilado. También yo. Han pasado muchos años, pero tú y yo nos entrecruzamos repetidas veces: en Roma, en la universidad; a continuación, en el movimiento de Cristianos por el Socialismo; incluso recuerdo un encuentro en tu piso de Bilbo, en la calle Barraincúa si no me equivoco. Posteriormente he podido detectar el estancamiento de tus ideas a través de los artículos en «El Correo». Hoy me he encontrado con una doble página que te dedican: una foto tuya y una entrevista. De la foto, tu cara ocupando tres cuartas partes, diré que has cambiado, pero lo mismo que yo. Ya no somos jóvenes de veintipocos años.
La entrevista, a decir la verdad, me suena a música conocida, es machacar lo ya antes dicho, ha sido recordar los lugares comunes de todos tus anteriores artículos: es un lugar común decir que el fenómeno ETA no nace de un conflicto con España sino que es endógeno; que los vascos tenemos un concepto de nación fanatizado; que justificamos el asesinato del que opina diferente... Hablas de todos los medios que tienen los abertzales para imponer sus ideas y su lenguaje; nos recuerdas los mitos imaginarios, el concepto mítico de pueblo, idealizado y monolítico. Dices que tiene que haber unos elementos comunes en el relato definitivo, por ejemplo, que ETA fue un fenómeno aberrante política y moralmente, que su causa es fanática y reprobable; recuerdas cuando ETA hacía sus incursiones, la gente miraba a otra parte... Repito: todo eso se ha dicho mil veces en los últimos años. Lo sabemos de memoria.
Y podría aceptar tu postura como punto de partida en un hipotético esfuerzo por allanar los caminos, confrontar las diferentes posturas y aclarar la confusión. Pero es aquí donde empieza el problema: esa postura que mantienes ha sido la primera y la última, no te has movido nada, funcionas con tics fundamentalistas. Los elementos comunes que a ti te gustaría ver en el relato puede que a mí me parezcan insuficientes o erróneos. El concepto mítico de pueblo idealizado, que en alguna medida puede haber, tal vez no existe solamente en Euskal Herria. Os habéis despachado a gusto con Sabino Arana, pero ocultáis interesadamente que Sabino se limitaba a poner «Euzkadi» donde los pensadores españoles ponían España. A este respecto te recomiendo el libro del filósofo Joxe Azurmendi «Espainiaren arima». Tú que eres un prestigioso especialista en las Sagradas Escrituras, recordarás aquello de que «quien esté limpio, que tire la primera piedra».
Todos tenemos que huir de ser hombres y mujeres de un solo libro, como decía el doctor de Aquino. En los primeros años escolares nos enseñaron el libro único, y no precisamente escrito por vascos en euskara. En los estudios universitarios seguíamos con el libro único y ahora tú, como condición para que los vascos seamos perdonados, vuelves a hablar del relato único y escrito por vosotros.
Eran los últimos años de los sesenta: estado de excepción para Euskadi... Se redactó un documento de denuncia de todo ello que recibió cientos de firmas entre los universitarios del Estado español en Roma. Yo personalmente te lo presenté a tí y, sin siquiera leerlo, me dijiste que aquello no iba contigo. En las discusiones que se daban en el seno de Cristianos por el Socialismo -que a la postre provocaron su división- tú ni siquiera aceptabas la posibilidad de que se planteara «el caso vasco». Siempre habéis puesto el límite de lo discutible en el relato común escrito por vosotros: basta recorrer las gestas imperiales en Perú, Bolivia, Venezuela... Nosotros hemos tenido un relato único de todo ello. El relato común, por definición, exige la aportación de todas las partes del conflicto. Y vosotros no estáis dispuestos a ello.
¿A dónde mirabas tú cuando en los últimos treinta años han sido detenidos 25.000 ciudadanos vascos? ¿Qué has pensado al ver que en ese período han ido a la cárcel 7.000? ¿Has tomado en serio los métodos que denunciaban los detenidos o dormías tranquilo pensando que eran patrañas de los etarras? ¿Has pensado en lo que significa que en los pocos casos en que se ha conseguido llevar ante el juez al funcionario autor de tales hechos ha sido indultado y a menudo ascendido? ¿Te parece normal la opacidad que hay en torno a lo que ocurre en una comisaría? ¿A dónde miras cuando sabes la doble vara de medir de la Justicia española? ¿Acaso te parece normal en una democracia -palabra que utilizas abusivamente en la entrevista- que en el 60 o 70% de casos la prueba que acepta el juez sea la palabra de la Policía? ¿Qué hiciste ante los no pocos casos de detenidos muertos por torturas o fríamente de otro modo: Lasa, Zabala, Brouad, Zabaltza, Arregi...? ¿También tú aceptas la dispersión de los presos en las cárceles más alejadas de Euskadi con el objeto de castigar económica, física y sicológicamente a los padres, mujer, hijos, hermanos, amigos, compañeros...? ¿Acaso estás de acuerdo con la aplicación de la política penitenciaria que se ha llevado en la práctica: «doctrina Parot», no liberar a los que padecen enfermedades incurables graves ni a los que ya han cumplido las tres cuartas partes de la condena? ¿Has estado dispuesto a enterarte de las distintas formas de hacer sufrir que se pueden aplicar en una cárcel?
Ya sé, lo reconozco, que en toda esa gente que según tú hemos abandonado cuando ETA actuaba ha habido mucho sufrimiento; pero otros también han sufrido y siguen sufriendo. Tal vez tú has podido sufrir la amenaza, pero en mi entorno me he cansado de ver la amenaza mil veces cumplida. Quiero terminar diciéndote lo que le dije a una persona que tenía tu forma de pensar: yo le invito a pasar una semana en una familia alguno de cuyos miembros ha sido torturado, y yo estoy dispuesto a pasar ese mismo tiempo en una familia que ha sufrido la violencia de ETA. Saludos.