SERBIA 19

DINAMARCA 21

Dinamarca eligió un camino empedrado de dificultades para confirmar el papel de favorito con el que llegó a este Europeo -compartido con Francia, la mayor decepción-, y ayer obtuvo con todo merecimiento un éxito que premiaba su espíritu de lucha, aquel que le hizo sobreponerse a todos los problemas.

Cuando se habla de deporte, méritos y justicia no siempre tienen correspondencia con los resultados. Lo importante es que el día y la hora en que había que disputar el título, Dinamarca estaba allí, y jugó para ganar.

Los dos primeros ataques de ambas selecciones fueron un anuncio de lo que sería el partido: Landin detuvo el primer remate a Ilic, y Stanic hizo lo propio al tiro a bocajarro de René Toft. Los dos porteros realizaron un partido extraordinario y, aunque Landin fue mejor en el balance global, Stanic mantuvo viva la esperanza de su equipo -y de sus 20.000 seguidores- durante todo el encuentro.

Dinamarca anuló a los dos goleadores serbios: dos goles cada uno, solo uno marcado en juego, Ilic en el minuto 44 de partido, y Vujin en el 53. Lo increíble es que en estas condiciones Serbia se mantuviera con opciones hasta el final (18-19 en el minuto 55), y el mayor mérito fue de su portero, el mejor del torneo.

Pero ayer Niclas Landin hizo su mejor partido, impresionante, solo comparable al liderazgo y el talento que demostró su compañero Mikkel Hansen. Ambos estuvieron los 60 minutos en pista, y Hansen no solo fue el máximo goleador del choque, sino que estuvo al quite cada vez que Serbia se acercaba en el marcador, en un tira y afloja que duró todo el encuentro.

Dinamarca añadió al talento de sus jugadores una enorme sangre fría para frenar a su hipermotivado rival, que lo intentó todo -Veselin Vukovic utilizó hasta cuatro centrales y tres pivotes diferentes en su ataque-, para acabar sucumbiendo ante la mayor calidad danesa.