Carlos GIL Analista cultural
La tensión
Los arquitectos y los ingenieros estudian la tensión de los materiales que emplean en sus construcciones para garantizar su estabilidad, su seguridad, su resistencia. ¿Qué materiales tensiona una poetisa en un soneto, un bailarín en un salto, un cineasta en un primer plano, una actriz en un monólogo, un pintor en un bodegón abstracto o un payaso en un chiste con silla? ¿De qué está hecho el arte? ¿Cómo se construye la cultura?
Respira hondo. El imaginario colectivo no puede formarse a base de una marca de chicles, ni resumirse en un compendio de frases ocurrentes de ciento cuarenta caracteres. Ese sustrato que identifica a un pueblo, a una cultura, se forma con materiales de primera calidad, algunos intangibles, pero necesita un terreno abonado donde crezcan las oportunidades objetivas y se ofrezcan posibilidades de crecimiento de las bellas artes o las aplicadas. La legitimación de los artistas es una tarea conjunta. Nadie puede dar certificaciones gratuitas, ni exigir oposiciones para que los pies sustenten un gesto volátil que hace volar a un cuerpo en acción ante los ojos de una espectadora que sueña con ese acto creativo, con la resurrección de la esperanza.
Los materiales que se tensionan en la creación acostumbran a ser individuales, íntimos, frágiles en su vocación imperecedera, que se van solidificando y convirtiéndose en rocosos, fundacionales, cuando el otro los siente propios, cuando afecta a un número de ciudadanos dispuestos a entender que el arte, la cultura, no es un derecho, sino una necesidad. Entonces la cultura es un arma de futuro, una tradición que nos inventa con una tensión emocional cercana al placer.