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Iñaki Urdanibia

Aclaración de un tal

Quisiera matizar algún aspecto de mi reseña del sábado 21 de enero sobre un libro que trata de los duros tiempos que se vivieron en cierto lugar de la geografía europea que parece ser que, según me cuentan, ha levantado cierto revuelo en ciertos blogs que andan danzando (¿a lo Bolshoi?) por la red.

1-El «tal Iñaki Urdanibia» quede claro que no es de la CIA y su trayectoria como crítico se remonta a hace ya casi treinta años: primero en «Egin», hasta que fue cerrado por orden gubernativa, y posteriormente en GARA, amén de en otras publicaciones nada sospechosas de carcas; dejando de lado otras vicisitudes personales que no vienen al caso, entre otras cosas por educación.

2-Las salvajadas son salvajadas ya se hagan en nombre de la emancipación de la humanidad o de maría santísima. Denunciarlas, con los matices que sea menester, es un acto de probidad irrenunciable especialmente por/para quienes persiguen un futuro luminoso para los humanos; como decía el poeta hernaniarra: «aunque amarga la verdad quiero echarla de la boca, ...y esconderla es necedad» por no decir algo peor. En este orden de cosas sigo recomendando el libro del que hablaba pues es de gran interés. ¿O más cabal será conceder que todos los que critican, o criticaban, aquella horrorosa situación eran unos «traidores», «renegados», «agentes del enemigo», «hitlero-trotskistas», como más de medio comité central de la época de la revolución de octubre, o «trotskofranquistas» como Andreu Nin..., o irredentos «burgueses» como Anna Ajmátova, Marina Tsvetaieva, Ossip Mandelstam, Varlam Shàlamov, Arthur Koestler, Victor Serge, Linda London, Yevgenia Guinzburg, Margaret Buber-Neumann etc., etc., etc.? y... ¡viva el glorioso Gulag!

3-Dicho lo cual sí quisiera subrayar que en la reseña (que no «ensayo») que escribí, más en concreto en el segundo párrafo, expuse en dos palabras las tesis (?) de un historiador alemán, falaz tergiversador, justificador y embellecedor de las atroces andanzas nacionalsocialistas, sin añadir mi valoración con lo cual, qué duda cabe, mi postura al respecto podía quedar como de aceptación de las atroces y aberrantes revisiones de dicho sujeto, de nombre Ernst Nolte. Hay otros teóricos desde luego más presentables que mantienen la idea de la «guerra civil europea» (por ejemplo, Enzo Traverso), desbrozando el terreno de un modo cabal.

Indudablemente la precipitación a la hora de escribir es mala consejera, igual que lo es recurrir a descalificaciones sumarias, más todavía si se mezclan las cosas: la línea del diario con el que colaboro, a mucha honra, y las intervenciones, afortunadas o no, de este humilde tal.

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