Ariane Kamio Periodista
Lo salvable se convierte en volátil
Me da la sensación de que el asunto que concierne a la cueva de Praileaitz no está teniendo la afectación suficiente en los medios de comunicación y, por consiguiente, tampoco en la opinión pública. Percibo un intento por parte de las instituciones de «frenar» el tema lo máximo posible, y mantener el que ya de por sí es un controvertido affaire al margen de la luz pública.
No es una crítica a las instituciones, tampoco a los juzgados ni a Zeleta S.L., la empresa que explota la cantera de Sasiola, donde se ubica la cueva de Praileaitz. Es simplemente un llamamiento al sentido común -si todavía existe- y a no «vender» el patrimonio cultural a cambio de grandes sumas de dinero.
Parece que en este asunto todas las partes han hecho lo que tenían que hacer. Lakua aprobó un decreto para «proteger» la cueva; instancias sociales han criticado la «insuficiencia» de este reglamento; y Zeleta reclamó una indemnización en los juzgados al ver que su derecho a explotar la cantera se veía vulnerado con ese decreto. Un trío amoroso-odioso que difícilmente puede tener una solución que reciba el visto bueno de las partes implicadas.
Discreción por parte del Ejecutivo de Lakua en este asunto -al menos con este diario-; preocupación por parte de asociaciones defensoras que ven cómo el que puede ser uno de los yacimientos más importantes de Europa corre serio peligro de verse dañada entre las voladuras de la cantera; desde Zeleta dicen que hablarán «si les interesa». Para gustos (intereses) los colores.
Sin embargo, el precedente que establece la sentencia del TSJPV a favor de Zeleta S.L. en conflictos que versan entre lo económico y lo patrimonial es realmente preocupante. Queda comprobado que prevalece la economía por encima del patrimonio y, mientras unos ven cómo esta relación a tres bandas se convierte en algo redondo, otros intentan hacer equilibrios para mojarse lo menos posible. Al final, son los de abajo, como siempre, los del pie del triángulo, quienes ven cómo sus reivindicaciones dejan de rebotar en los muros de lo institucional y lo empresarial. Cómo, al final, lo salvable se convierte en algo volátil.