El presidente del PSE, Jesús Eguiguren, acostumbra a decir lo que piensa aun sabiendo que muchas de sus declaraciones superan con creces la doctrina oficial de su partido. Ayer volvió a escandalizar a los suyos cuando sostuvo que la sociedad vasca, partiendo de un amplio consenso, debe dotarse de una «nueva Constitución», y al reconocer que una reforma estatutaria no resolvería el problema político de este país que, consideró, tiene derecho a decidir su futuro, aunque este pase por la independencia.

Obviamente, Eguiguren no es independentista y siempre ha defendido que Euskal Herria no debería constituir un estado propio. También lo hizo ayer. Pero es también un político inteligente, que conoce cómo piensa una sociedad que ha demostrado sobradamente su madurez. En este sentido, sus palabras constituyen un acercamiento a lo que democráticamente demanda este pueblo y, sobre todo, un ejercicio de sentido común con el que pretende ayudar a su partido, al que sabe que le iría mejor si hiciera el mismo trayecto que él. Sobre todo cuando los comicios autonómicos no están lejos. Sin embargo, tanto el PSOE como el Ejecutivo de Lakua salieron al paso para afirmar que la Constitución española es la «ley suprema» y que el Estatuto es «nuestra Constitución como pueblo». Respuestas de manual que ya no convencen a casi nadie en este país.

Más dura fue la réplica del PP, incómodo en una posición en la que se siente interpelado, y cuyo presidente y jefe del Ejecutivo sigue reuniéndose con representantes vascos. Ayer fue el turno de Iñigo Urkullu, quien al igual que hace unos días Patxi López, vio «receptivo» a Mariano Rajoy, sobre todo para abordar cambios en política carcelaria. Los hechos, sin embargo, no avalan la percepción de los líderes del PSE y del PNV, sino todo lo contrario. Desde luego, sería un primer paso que el mandatario español hiciera también un ejercicio de sentido común y democracia, y empezara a escuchar a este pueblo y a responder a sus demandas.