Las redes sociales se están convirtiendo en un campo minado. La supuesta libertad total no solamente no existe, sino que cada vez se van cerrando más las puertas al campo virtual para impedir la libre circulación de ideas, nociones y planteamientos, no conformes con el poder constituido. La sensación de que estamos observados por todos los que quieren saber algo de nosotros crece de manera geométrica. Tenemos libertad restringida pero en cuanto nos introduzcamos en asuntos de calado político, saltan las alarmas y la privacidad se convierte en una entelequia, y la vulnerabilidad de nuestras comunicaciones privadas se agiganta, no como sospecha sino como miedo.

Twitter reconoce públicamente que, para hacer negocio en ciertos países, va a aplicar una censura a la carta, o dicho en sus propios eufemismos, para «salvaguardar los conceptos diferentes de cada legislación». O sea, acomodarse a las leyes dictatoriales, o democráticamente endebles, para capar cualquier debate o comunicación que pueda proporcionar alguna luz, despertar inquietudes sobre situaciones puntuales o incitar a la rebelión. Una voluntaria entrega, una manera de renunciar a los valores democráticos universales para ajustarse a todos los desvíos posibles, con el único fin, insisto, de hacer negocio, no de propiciar la comunicación global.

Esta declaración, nos coloca ante todos los oscuros movimientos que desencadenaron la infaustamente llamada «primavera árabe», donde se nos decía que esas «espontáneas» rebeliones eran fruto de Twitter, como también se incorporó esa peregrina idea a lo sucedido alrededor del 15-M. Hoy se nos desvela que la manipulación era total, que se utilizó desde los servicios de inteligencia esas herramientas para movilizar masas, derrocar gobiernos y hacer una renovación de sus títeres. O la sensación de que el 15-M, una vez llegado el PP al poder se ha transformado en un silencioso oprobio. ¿Se habrán cancelado sus cuentas de Twitter o estarán los objetivos cumplidos? Pensemos un poco más sobre las redes sociales y lo que significan hoy en día. No siguiendo a la propaganda, sino mirando con detenimiento para qué sirven y quiénes las controlan. Me gusta.