El juez Baltasar Garzón, cuya carrera ha estado ligada a un tribunal de excepción como es la Audiencia Nacional y, en gran medida, a la represión del movimiento independentista vasco, está siendo sometido a diversos procesos en el Tribunal Supremo en lo que parece un ajuste de cuentas entre magistrados de diferente tendencia partidista. A quien conoce la labor instructora del juez jienense no le puede extrañar que se ponga en tela de juicio su trabajo, pero es un hecho que mientras este ha estado dirigido a castigar a la izquierda abertzale, Garzón nunca ha sido cuestionado. Al contrario, durante años ha sido el juez estrella del Estado español y ha sido agasajado tanto por el PSOE como por el PP. En este sentido, es llamativo y para buena parte de la sociedad vasca doloroso, que sectores que se dicen de izquierda hayan salido en apoyo de un juez tan dañino para los ideales de la izquierda.

En cualquier caso, es paradójico, y sintomático de la realidad política del Estado español, que un proceso contra un juez haya permitido que un tribunal atienda por primera vez el testimonio de las víctimas del franquismo. Todo un retrato de la «democracia» española