Angoulême: cita con los independientes del cómic
Cita europea con el noveno arte a no perderse, el Festival Internacional de Cómic de Angoulême cerró sus puertas el pasado domingo. La profusión de publicaciones independientes la convierte en una visita obligada para los jóvenes autores vascos.
Jean Sébastien Mora
Aquí existe una cultura del cómic. He tenido realmente una buena acogida por parte de los editores, tanto de las editoriales grandes como de las independientes», admite Oinatz, un joven de Iruñea, con mono de trabajo y una carpeta de dibujos bajo el brazo. Sin un apoyo real en Euskal Herria, fue en la famosa feria francesa donde los dos autores vizcaínos Mikel Begoña (autor de los textos) e Iñaket (dibujante) forjaron su primer contacto con la editorial parisina Cambourakis, con la que publicaron en 2011 «Tristes cendres» (Cenizas tristes), una obra que sigue la pista del mítico fotógrafo Robert Capa en el Bilbo de la Guerra del 36. «Es una buena primera obra y nos gustaría continuar trabajando con ellos», dice la editora Chiaria Gennaretti.
En la península, el noveno arte, es decir, el cómic, está considerado todavía como una «subcultura» frente a otras disciplinas, como la literatura, el cine o la música. Empezó en la Guerra Civil, cuando muchos dibujantes no tuvieron más elección que el exilio. La gran mayoría trabajó, a través de diversas agencias, para mercados como el británico, nórdico, francés o americano. En esta generación se incluyen firmas tan conocidas como las de Julio Ribera o Carlos Giménez.
En los ochenta, el movimiento artístico del cómic renació, también en Euskal Herria con la creación de iniciativas y movimientos como el que aglutinaba la revista «TMEO» por Ezten Kultur Taldea. Había grandes nombres, conocidos fuera, como Luis Munero, Jordi Bernet, Juan Díaz Canales, pero poco más. En Bilbo, desde 2001, la edición bilbaína Astiberri intenta promover el cómic publicando a autores locales y traduciendo éxitos extranjeros como «Crónicas de Jerusalén», del canadiense Guy Deslile, premio al mejor libro en esta edición de la feria de Angoulême.
Las Majors
«El cómic debe ser considerada como lo que es: un extraordinario semillero de arte, testigo del mundo el mundo y de su tiempo», en palabras de Benoit Mouchart, director artístico del festival. El alto nivel de exigencia en el contenido de sus exposiciones y sus encuentros internacionales son los dos puntos fuertes de Angoulême. Al contrario de lo que puedan dan a entender los perjuicios, los lectores de cómics tienen un «fuerte capital cultural» y, en este sentido, la cultura del cómic en el Estado francés está estrechamente ligada a la tradición académica. Hasta el punto de que una ley de 1981 establece el principio de un precio único por los libros, fomentando así la supervivencia de las librerías pequeñas y la diversidad en la oferta.
A partir del año 1990, surgieron un conjunto de editoriales independientes, impulsadas por algunos imaginativos y radicales artistas. En el espacio «Nuevo Mundo» de la feria de Angoulême podíamos toparnos con Association, Les Requins marteaux, Cornélius, Kambourakis, 6 pieds sous terre, Atrabile, Tanabis... Subjetividad reconocida, visión inconformista, desde hace veinte años estas editoriales han extendido y diversificado del noveno arte en el Hexágono y, por extensión, en Europa. «Sin un éxito comercial previo, los álbumes se encuentran con unos lectores diferentes, curiosos e interesados por géneros inéditos: reportajes, testimonios, sátira, autobiografía», explica el autor bretón Morvandiau. El festival supo integrar e incluso recompensar al fenómeno de la edición independiente: «Poulet aux prunes» (L' Association), de Marjane Satrapi en 2005; «NonNonBâ» (Cornélius), de Shigeru Mizuki, en 2007, y «Pinocchio» (Les Requins Marteaux), de Winshluss, en 2009.
Sin embargo, continúa cirniéndose una sombra en este bonito cuadro: bajo la lógica del beneficio creciente, las majors de la historieta han hecho sus propias cuentas y han adoptado las formas inventadas por el cómic de autor: tapas blandas, formato en blanco y negro, estilo narrativo y subjetivo. «El nuevo espíritu del capitalismo ha triunfado gracias a la maravillosa recuperación de la crítica artística», analizan los sociólogos Eve Chiapello y Luc Boltanski. Nadia Gibert, responsable de la gran editorial Casterman, reconocía en Angoulême que «el cómic independiente es nuestro laboratorio». Ahora, el término «novela gráfica» figura en todas sus colecciones, independientemente del paso artístico original.
Para reconquistar el espacio comercial que habían ganado los independientes, Denola creó Denoël Graphic; Hachette Littératures la marca Fouine illustrée, y Dargaud Poisson, Pilote. «¡Un simulacro que diversidad que remeda nuestros métodos! Sobre un modelo industrial, las grandes editoriales han convertido en reproducible el trabajo del artesano, pero lo ofrecen de forma estandarizada», se indigna Jean Louis Capon, de Cornélius.
El mercado también se estrecha: «Las grandes editoriales saturaran intencionadamente la oferta, a riesgo de ahogar a las pequeñas producciones», explica Franky Baloney, responsable de Requins Marteaux, una editorial independiente de Burdeos. Franky Baloney sabe muy bien de lo que habla: a pesar la fama obtenida en 2009 con «Pinocchio», las dificultades financieras casi acabaron con la editorial en 2011.