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«San Blasak begietan», un recorrido por la historia de la feria de Abadiño

Abadiño volverá a ser hoy escenario de la peregrinación anual que realizan decenas de miles de vizcainos para acudir a la Feria de San Blas. La obra «San Blasak begietan» nos presenta este año una visión especial que profundiza en esta festividad desde sus orígenes hasta nuestros días a través de la historia y la fotografía.

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Jon ADAN

«El libro está dividido en dos partes complementarias: una dedicada a la imagen y otra a la palabra. La tarea de recopilar las más de 100 fotografías que incluye, desde principios del siglo XX hasta nuestros días, ha correspondido a Txelu Angoitia. A mí me ha tocado zambullirme en los libros de historia para sacar cualquier dato que pudiera tener interés sobre la feria», explica Lorea Madina. El alcalde de Abadiño, Jose Luis Navarro, considera que una feria como esta se «merecía un libro de estas características», del que se han editado 1.500 ejemplares.

Hagamos, pues, un recorrido por la historia de este evento. Si bien no hay un documento que nos ubique exactamente en el principio de las fiestas dedicadas a San Blas, sí sabemos que a este santo se le venera en Abadiño al menos desde el siglo XVII. Así lo corrobora la iglesia de San Trokaz, que alberga en su interior un altar dedicado a este mártir, cuya imagen principal es original de 1641. Por ello, se estima que la feria podría tener sus inicios a finales del siglo XVII o principios del XVIII, ya que en esa época se constituyo su cofradía. Y, con el transcurso del tiempo, la cita con San Blas se fue convirtiendo en el acontecimiento principal de la vida de los abadiñarras.

«Ya en aquella época contábamos con la picaresca que siempre ha existido y existirá en este tipo de ferias; por ejemplo, en 1853 hay referencias a un juicio en Abadiño porque un ganadero se niega a pagar al tratante que le ha vendido una pareja de bueyes alegando que los animales no tenían la fuerza y el brío que le había asegurado el vendedor», comenta, como anécdota, Madina.

Durante la Primera Guerra Mundial, 1914-1918, la demanda de caballos fue muy elevada y ferias como la de San Blas se ampliaron gracias a ella. Hasta Abadiño llegaban tratantes franceses que adquirían caballos casi en manadas con destino al frente bélico. De modo muy distinto impactó la Guerra del 1936, ya que el alcalde Julián Salterain prohibió todo tipo de verbenas durante los años siguientes. No obstante, la festividad de San Blas se mantuvo viva, aunque decayó en afluencia de público y calidad durante las décadas de los 50 y 60.

«Recuerdo cómo íbamos mi hermana y yo caminando de Matiena a Zelaieta con aitite Valerio el día de San Blas, con los abrigos atados hasta el cuello encogidas de frío. `Tenemos que ir a comprar un burro', nos decía todos los años, pero una vez que llegábamos, nos parecía muy caro y lo dejábamos para otro año. Después, ¡que lío para elegir el cordel de colores! Siempre me ha gustado el lila, pero no sin antes darle muchas vueltas. El sabor a anís de las rosquillas y el olor a quemado... siempre recordando los sanblases», relata en el libro Jone Guenetxea, vecina de Matiena.

Cambio de estilo

Corría el año 1967 cuando se planteó en la asociación Gerediaga la necesidad de revitalizar la Feria de San Blas. Esta iniciativa tenía como puntos cardinales la evolución social y tecnológica que vivía el mundo agrícola-ganadero, que a su juicio debía tener reflejo en este acontecimiento. Y también se pusieron manos a la obra para que la feria contara con un nuevo probaleku para las competiciones de bueyes. Por todo ello, la de aquel año fue una feria especial. «En este tiempo comenzó a cambiar el significado de la feria. Si en sus comienzos se trataba de la compraventa de ganado y material agrícola, ya se empezaba a percibir como un espectáculo y una alternativa de ocio», resalta Angoitia.

Al año siguiente ya empezaron a premiarse las mejores reses presentadas. Y en lo que a ambiente musical se refiere, se produjo un gran cambio en el estilo, fondo y forma de las romerías. Se percibía, por tanto, que la Feria de San Blas había sufrido un revulsivo y que su importancia excedía el ámbito económico, ya que alcanzaba también al de la cultura. «La comisión organizadora apostó por traer grupos musicales de calidad. Así que en 1968 se contrató a `Ez dok amairu'. Según cuentan, fue un exitazo total, el probaleku que acogió el concierto casi se viene abajo, y eso que solo tenía un año de vida», señala Lorea Madina. De esta manera llegaba la segunda época dorada de la feria.

«Recuerdo que el silencio de Abadiño me ahogaba. En sanblases, en cambio, de madrugada, en la cama, antes de abrir los ojos, escuchaba los sonidos de la calle: los tractores, la gente... ruido, ruido, ruido. Luego, salía a la calle y escuchaba el mugir de las vacas, los charlatanes, las bocinas de los autos de choque. Disfrutaba de aquel día lleno de sonidos. Al día siguente, otra vez el silencio», rememora en la citada obra Jasone Agirre, vecina de Abadiño. En la actualidad, la festividad de San Blas se celebra por todo lo alto en Abadiño, repitiendo año tras año un gran éxito de participación, incluso con frío siberiano.

La feria ha aumentado el número de áreas especializadas que alberga; ahora son cinco: ganadera, agrícola, viveristas, maquinaria y artesanía. La gastronómica es otra de las tradiciones afianzadas en Abadiño. Por ello, la iniciativa de celebrar un concurso de cordero al burduntzi, que luego fuera degustado en una comida popular, arraigó fácilmente hará ya 25 años. Y las pruebas de bueyes siguen siendo uno de los elementos más atractivos de San Blas. Vinculada como está la festividad al campo, el deporte rural no podía sino ocupar un lugar principal.

Por su parte, el Área de la Mujer e Igualdad del Ayuntamiento de Abadiño inició en 2006 lo que ya se ha convertido en otra tradición: el homenaje a la mujer baserritarra. «Definitivamente, la feria ha pasado de ser un acto de compraventa de ganado y material agrícola a convertirse en un espectáculo y una alternativa de ocio», concluye Angoitia.

 
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