Mikel INSAUSTI

The Muppets es una declaración de amor de Jason Segel al show con que creció ante el televisor, así como a su creador Jim Henson. Ha puesto tanto cariño en el proyecto de regreso de Los Teleñecos, que no es una más de las películas sobre las que Disney tiene los derechos actualmente, sino un homenaje en toda regla. Público y crítica se han puesto por una vez de acuerdo para rendirse al mejor espectáculo de cine familiar que Hollywood puede ofrecer hoy en día, más de hora y media de constante disfrute con chistes, bailes, canciones y números del teatro de marionetas antológicos. Segel logra el equilibrio artístico perfecto, combinando la nostalgia por la comedia y el musical clásicos con toques renovadores, hasta hacer asequible a todos los públicos un material surgido del cruce entre títulos tan malditos como “La familia Stupid” y “The Country Bears”. Del primero toma el parentesco genialmente absurdo entre el humano protagonista y el muñeco de trapo llamado Walter, y del segundo el proceso de reunión de los miembros de la troupe, en especial cuando van en busca del Oso Fozzie, quien ha formado una banda de tributo, y en la que Animal es reemplazado a la batería por David Grohl, antiguo componente de Nirvana.

Y hablando de grupo de Kurt Kobain, la versión que Los Teleñecos Barberos hacen “a cappella” del “Smells Like Teen Spirit” no tiene desperdicio. Encima se la cantan al invitado estelar de la función, un Jack Black que se deja secuestrar para así liderar la lista de cameos más brillante y divertida vista en mucho tiempo. Aunque el ataque casi me da nada más empezar la proyección, cuando en medio de la entrañable coreografía de “Life’s a Happy Song” aparece de repente mi idolatrado Mickey Rooney. Todas estas canciones, la mayoría compuestas por el neozelandés Bret Mckenzie del dúo Flight of the Conchords, es mejor oírlas en su versión original, ante la imposibilidad de traducirlas o doblarlas de manera fiel. Atención al clip de “Man or Muppet” y su mensaje vital.