Fallece Antoni Tàpies, un gran pensador que se manifestaba a través de su arte
El pintor, escultor y teórico catalán Antoni Tàpies falleció ayer en Barcelona a los 88 años. Habitual de los grandes museos, como el Moma o el Guggenheim de Nueva York, fue uno de los mayores representantes europeos del arte abstracto de posguerra.
GARA | BARCELONA
Tàpies (Barcelona, 1923) nació en el seno de una familia burguesa, culta y catalanista, involucrada desde mediados del siglo XIX en una tradición editorial y librera, que quedó inoculada también en el artista. Progresivamente Tàpies se dedicó con mayor intensidad al dibujo y la pintura, y acabó dejando sus estudios de Derecho para dedicarse plenamente a su pasión.
Unido a la revista de vanguardia "Dau el set", a partir de 1948, con Joan Brossa, Joan Ponç, Modest Cuixart, Joan Josep Tharrats, Arnau Puig y Juan Eduardo Cirlot, obtuvo dos años más tarde una beca para estudiar en París donde hizo su primera exposición individual (1956). Ese mismo año obtuvo el Premio de la República de Colombia Bienal de Hispanoamérica de Barcelona, y fue presentado por Salvador Dalí en Estocolmo, donde Tàpies expuso junto a Tharrats.
Partícipe de una sensibilidad generalizada que afectó a los artistas de ambos lados del Atlántico, a raíz de la II Guerra Mundial y del lanzamiento de la bomba atómica, Tàpies expresó muy pronto su interés por la materia, la tierra, el polvo, los átomos y las partículas, que se plasmó formalmente en el uso de materiales ajenos a la expresión academicista y en la experimentación de nuevas técnicas.
Las pinturas matéricas han formado una parte sustancial de su obra y han constituido un proyecto en evolución hasta su muerte. En la visión de Tàpies, la noción de materia debía entenderse también desde la perspectiva del misticismo medieval como magia, mimesis y alquimia y en ese sentido se entendía su deseo de que sus obras adquirieran el poder de transformar nuestro interior.
Durante los años 50 y 60, fue elaborando una serie de imágenes, generalmente extraídas de su entorno inmediato, que se fueron sucediendo en las distintas etapas de su evolución.
Compromiso y tiempo
La obra de Antoni Tàpies ha sido siempre permeable a los acontecimientos políticos y sociales del momento y a finales de los años sesenta y principios de los setenta, su compromiso político contra la dictadura se intensificó, con obras de un marcado carácter de denuncia y protesta. Coincidiendo con la eclosión del «arte povera» en Europa y el posminimalismo en EEUU, acentuó su trabajo con objetos, pero sin mostrarlos como eran, sino imprimiéndoles su sello e incorporándolos a su lenguaje. A principios de los ochenta, el interés de Tàpies por la tela como soporte adquirió una fuerza renovada y durante esos años realizó obras con gomaespuma o con la técnica del aerosol, utilizó barnices y creó objetos y esculturas de tierra chamoteada o de bronce, al tiempo que se mantuvo muy activo en el campo de la obra gráfica.
A finales de los años ochenta, Tàpies reforzó su interés por la cultura oriental, una preocupación que ya se había ido gestando en los años de la posguerra y que se convirtió cada vez más en una influencia filosófica fundamental en su obra.
Las obras de los últimos años han constituido esencialmente una reflexión sobre el dolor -físico y espiritual-, entendido como parte integrante de la vida. Influido por el pensamiento budista, Tàpies consideraba que un mayor conocimiento del dolor permitía dulcificar sus efectos, y de este modo, mejorar la calidad de vida. El paso del tiempo, que ha sido una constante en su obra, ha adquirido en ese último período nuevos matices, al vivirlo como una experiencia personal que comporta un mejor autoconocimiento y una comprensión más clara del mundo.
Paralelamente a la producción pictórica y objetual, Tàpies desarrolló desde 1947 una intensa actividad en el campo de la obra gráfica, con gran número de carpetas y libros de bibliófilo en estrecha colaboración con poetas y escritores como Alberti, Bonnefoy, Du Bouchet, Brodsky, Brossa, Daive, Dupin, Foix, Frémon o Gimferrer.
El artista deja como legado a Barcelona la fundación que se ubica en el edificio modernista Montaner i Simó. En Bilbo, se puede ver estos días parte de su obra en el Guggenheim, en la exposición «El espejo invertido».
«Siempre he dicho que soy un poco como esos autores que se dice que solo han escrito un libro en su vida. Yo he pintado un cuadro con muy pequeños cambios; en mi camino, con todas las matizaciones necesarios, pero siempre con una constante muy particular en mi carrera, que es guiarme siempre por la filosofía de Oriente», afirmaba Antoni Tàpies en una entrevista concedida hace ocho años a la revista brasileña «Aguhla». En ella se declaraba «espiritualista materialista», y apuntaba que, con el arte, él hace «trucos de magia» hacia quien contempla su obra para provocarle un cambio de consciencia. A.E