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Adiós al catalán más universal

Una recepcionista con ojeras recibe al visitante en la Fundació Antoni Tàpies, situada en el Eixample barcelonés, donde el responsable de prensa explica que no dan abasto con llamadas provenientes de todo el mundo. Desde Nueva York a Tokio, todo el mundo parece querer constatar el fallecimiento del que todos coinciden en señalar como gran referente del informalismo y uno de los grandes artistas del siglo XX: Antoni Tàpies, fallecido el pasado lunes a los 88 años de edad.

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Beñat ZALDUA

Más allá del trasiego de personas que quisieron despe- dirse del maestro y de la hilera para firmar en el libro de condolencias, una obra desconocida hasta ahora para el gran público daba fe de la muerte del pintor. Se trata del cuadro Terrós, que muestra una calavera sobre un fondo ocre terroso, y que la propia mujer del pintor, Teresa Barba, ha querido sacar a la luz como despedida.

El cuadro preside la peculiar capilla ardiente dedicada a Tàpies, en la que no hay cuerpo para velar, sino obra para admirar. La familia decidió celebrar la ceremonia de despedida en la más estricta intimidad, pero junto a la fundación del pintor, optaron por abrir durante dos días las puertas de la entidad, con el objetivo de que todo el que quiera pueda despedirse del artista a través de su obra.

El director de la Fundació, Xavier Antich, señaló que trabajaron «desde primera hora de la mañana» para adecuar el espacio: «primero vaciando las salas donde había otra exposición y luego haciendo una selección de lo mejor de la colección». Sobre la reacción local e internacional, Antich se muestra desbordado, ya que apenas han tenido tiempo para preparar nada: «Sabíamos que estaba mal, por lo que estábamos planificando qué hacer el día en que falleciese, pero nos hemos encontrado con que no lo podemos planificar, sino que lo tenemos que hacer directamente».

A Antich todavía le cuesta dar crédito a la gran repercusión internacional del fallecimiento de Tàpies: «Nos ha desbordado absolutamente a todos, ya que no paran de llamar; desde el New York Times hasta la prensa japonesa». Y es que las reacciones a la muerte del artista catalán han llegado desde todo el planeta. Desde el prestigioso Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York, que calificó a Tàpies como «uno de los grandes héroes del arte del siglo XX», a algunos de los coleccionistas privados más importantes del mundo, como el ruso Borís Fridman, para quien el artista era «el último genio vivo del siglo XX». «No es una casualidad que Tàpies fuera colocado junto a Picasso, Dalí o Miró en la actual exposición de ilustraciones en el museo Pushkin de Moscú», añade Fridman.

La prensa internacional tampoco se quedo corta a la hora de halagar al fallecido pintor, con especial resonancia en los países más cercanos como Italia, donde «La Repubblica» bautizaba a Tàpies como «el señor de la materia», o en el Estado francés, donde «Le Figaro» titulaba: «Catalunya pierde a su pintor extraterrestre».

La dimensión política de Tàpies

Más allá de su indiscutible trabajo como artista, en el Principat se resaltó ayer la dimensión social y política del pintor. El president, Artur Mas, definió a Tàpies como «el artista más radicalmente catalán y el más universal», mientras que desde ICV, Laia Ortiz recordó y agradeció la militancia del artista en el histórico Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC).

Aunque todos intentaban barrer para casa, todos coincidían ayer en el monumental legado material y filosófico que deja el pintor barcelonés, una herencia que «todavía hay que aprender a apreciar», según declaró ayer el director del Museu d'Art Contemporani de Barcelona (MACBA), Bartomeu Marí. Por su parte, el pintor Miquel Barceló acertó en la diana con unas breves líneas sobre el fallecido: «El mayor maestro de la pintura de mi país: las tres cosas, maestro, pintor y catalán, en grado máximo».

Sólo así se explica el paso de centenares de personas -catalanes y extranjeros -, por la Fundación durante el día de ayer; todos en busca de una forma de adiós a este catalán universal. Xavier Antich lo tiene claro: «La reacción popular proviene del fuerte compromiso cívico y al mismo tiempo político de Tàpies, que hunde sus raíces en la época más dura del franquismo. Siempre se le ha visto como alguna cosa más que un artista».

 

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