Mikel Etxeberria Militante de la izquierda abertzale
En términos...
El autor expone en este artículo la paradoja que supone el hecho de que aquellos que han negado y niegan la existencia de un conflicto en este país interpreten el final de la actividad armada de ETA en términos militares, de vencedores y vencidos. Y, frente a esta lectura, recuerda también que el Estado español no ha alcanzado ni los objetivos militares ni los políticos que tenía establecidos.
Desde el mismo momento en el que ETA anunciara el cese de su campaña armada todos los enfoques provenientes del nacionalismo político y mediático español han orbitado en torno al principio de derrota, analizando la histórica resolución de la organización vasca en parámetros de rendición frente a la victoria inapelable del Estado español y su proyecto político y territorial.
Simultáneamente, los mismos elementos negaban la existencia de una guerra prolongada durante decenios, e incluso la propia realidad de un conflicto, ciñendo el contencioso a un problema de terrorismo y orden público. Se da, así, la paradoja de que quienes niegan con vehemencia que haya habido un conflicto bélico, en cualquiera de sus múltiples formas, son los mismos que interpretan el final de la campaña armada en términos militares; esto es, la derrota sin paliativos de una de las partes contendientes y la reivindicación de la existencia inexcusable de vencedores y vencidos, para poder ser debidamente resarcidas y honradas unas y cautivas y humilladas las otras.
La cuestión de si ha existido o no un conflicto armado no es baladí, pues en su negación deriva el concepto de terrorismo, y, con ello, el vaciado de contenido político de la lucha. En consecuencia, su catalogación como una forma particular de delicuencia, de crimen organizado que debe de ser afrontado como si de una mafia local se tratara.
En términos militares, ETA es una organización política que en su momento se constituyó en una fuerza armada vasca y que durante medio siglo, por establecer una cifra redonda, ha practicado una forma de guerra irregular de liberación nacional con un eje de actuación doble, político-militar.
El objetivo, resumiendo, era resistir desde el punto de vista militar la asimilación de Euskal Herria por parte de España, al tiempo de generar condiciones políticas más favorables hasta alcanzar un escenario en el que el pueblo vasco recuperara la capacidad de decidir democráticamente sobre su futuro, incluida la posibilidad real de reconstruir el estado de Euskal Herria, esto es, la independencia y socialismo.
El objetivo de ETA cuando inicio en los años 60 su campaña armada no era la victoria militar sobre la fuerza enemiga, algo impensable dada la absoluta desigualdad entre las partes. El objetivo siempre fué político, de ahí que cuando ha considerado alcanzado un determinado escenario no tenga problema alguno para la desmilitarización de la organización y la desmovilización de sus militantes. Al entender alcanzadas los objetivos básicos para continuar la lucha por vías exclusivamente políticas, pacificas y democráticas, ETA ha cerrado el ciclo de enfrentamiento armado proclamando el cese de su actividad militar.
Así se entiende perfectamente el principio de unilateralidad que han seguido los pasos dados por ETA en los últimos, digamos, dos años. Resoluciones estratégicas adoptadas desde el estricto análisis de las condiciones en las que se desarrolla el proceso de liberación nacional y social vasco. Es evidente que diferentes factores habrán influido en las condiciones en los que se ha realizado ese análisis, factores internos y externos, pero lo importante es el análisis de la realidad y el valor de las conclusiones derivadas, que han provocado el cambio de ciclo histórico.
Quienes proclaman que no ha habido guerra sino terrorismo niegan de forma radical la existencia de otras victimas que no sean las propias, y aseguran que de haber habido una contienda bélica real el independentismo habría sido aniquilado en unos pocos movimientos. Salta a la luz la demagogia de semejante planteamiento, ya que el Estado español, en el anterior régimen y en el actual, ha utilizado contra el independentismo vasco métodos lícitos de la guerra y también ilícitos, extríctamente prohibidos por las normas internacionales y los usos de la guerra. Detenciones masivas de castigo, derecho penal del enemigo, ejecuciones judiciales y extrajudiciales, tortura, secuestros... si quienes insisten en que no ha habido conflicto armado alguno hicieran un balance de todos los medios empleados contra el movimiento de liberación nacional vasco a lo largo de décadas, observarían que se ha utilizado todo recurso bélico. Quizá esto parezca exagerado, pero se puede probar a revisar la hemeroteca del último medio siglo.
Los que insisten en la derrota de ETA deberían tener en cuenta una cuestión ineludible para ratificar semejante afirmación como veraz o como simple propaganda: la fuerza del estado busca la eliminación de la otra parte para proclamar su victoria; la fuerza armada de un pueblo busca resistir y crear condiciones políticas favorables.
Dicho de otro modo; para vencer, unos tienen que derrotar, mientras que a los otros les es suficiente con no ser derrotados y alcanzar una resolución política. ¿Sobre qué buscaba vencer el estado para poder calificar de derrota el paso dado por ETA?
El Estado español tenía establecido objetivos políticos y militares, lo que ya deja en evidencia la realidad de un contencioso armado de contenido político. La existencia de objetivos calificados como militares está reconocido en estudios e informes realizados por altos mandos cualificados en contrainsurgencia. En lo militar, el estado buscaba la victoria policial sobre ETA y su eliminación como organización. En el lado político, el estado pretendía la neutralización, el aislamiento y, finalmente, borrar de la sociedad a la izquierda abertzale y con ello derrotar el independentismo.
Es evidente que no han conseguido ni lo uno ni lo otro pues ETA de forma unilateral ha anunciado el cese de su campaña armada y el independentismo tiene la mayor presencia de su historia en la sociedad vasca. Además, la raíz y características del conflicto han trascendido al escenario internacional, consiguiéndose su implicación directa en la resolución. El estado no ha alcanzado sus objetivos, luego no ha triunfado. Por contra, el MLNV ha cubierto objetivos en ambos frentes, en las dos: la fuerza armada no ha sido derrotada y, por otra parte, la implantación política es superior, de mayor fortaleza y amplitud de espectro. Así las cosas, y en términos militares, que es en lo que insisten algunos, no es correcto proclamar la derrota de ETA, ni negar la existencia de un conflicto armado de índole político.
Esta conclusión se hace evidente de forma particular observando las reacciones de militares españoles contra la declaración de Aiete. Confiesan que lo que más les indigna del texto es el explícito reconocimiento de la existencia de un conflicto armado de origen político y que ello se haya sido reconocido a nivel internacional.
Y es que esa es la clave para desmontar la propaganda, para no evocar lo sucedido en clave de contencioso sino de terrorismo, que es lo que siempre ha pretendido España.
Por eso niegan que exista conflicto, proclaman que ETA se rinde y reconoce su derrota, y concluyen que ha vencido el estado de derecho, como si la lucha de la organización armada hubiera sido contra la sociedad y la democracia. Sin embargo, en términos militares, ETA ha dado por concluida su campaña armada al considerar cumplida en la actualidad su misión y alcanzado el escenario fijado como objetivo para continuar luchando por Euskal Herria y la libertad por medios exclusivamente políticos y democráticos.