Crónica | Revuelta en Siria
Tensión en la Universidad
La verdad es que en la universidad hay mucha tensión. Lo que más me duele es que se han roto las amistades y muchos alumnos no se hablan entre sí por sus diferencias políticas. Creen que el otro es un enemigo», confiesa a GARA Hala Bishani, de 20 años, estudiante en tercer año de Literatura española de la Universidad de Damasco
Karen MARÓN
Las palabras de Hala son veladas por la imponente estatua de Hafez Al Assad -el padre de Bashar y que dio inicio a la dinastía del régimen- que en mármol negro se erige en la entrada de la más grande y antigua universidad del país.
Esta figura parece controlarlo todo, pero son los mukhbarat sirios -servicios de inteligencia- los que en el terreno observan cada acto y escuchan cada palabra de los estudiantes. Están apostados en la entrada del claustro, las calles internas, los pasillos y en cada aula.
Los jóvenes no quieren hablar, y muchos de ellos miran espantados a los periodistas ante una consulta. En este lugar muchos de los estudiantes han cambiado las aulas por las manifestaciones y la Universidad de Damasco -el lugar elegido por el presidente para sus últimas alocuciones a la nación- no es ajena a los once meses de violencia que asolan el país.
La lección ha sido bien aprendida. En junio pasado, fuerzas policiales irrumpieron en la casa de altos estudios más importante del país, golpearon a estudiantes y detuvieron a cien de ellos durante una manifestación que se desarrollaba en el recinto universitario.
Los jóvenes reclamaban la liberación de once de sus compañeros, detenidos durante el día previo en la misma ciudad universitaria. El dirigente del Observatorio sirio de los Derechos Humanos, (OSDH), Rami Abdel Rahman, con sede en Londres, explicó que la protesta continuó tras la caída del sol pese a que los alumnos habían sido liberados.
Entonces, «las fuerzas de seguridad y miembros de la Unión de Estudiantes -milicias partidarias del régimen- tomaron por asalto la ciudad universitaria de Damasco e hirieron a estudiantes golpeándolos con porras», detalló Rahman. El dirigente aseguró que «más de cien estudiantes fueron detenidos».
Uno de los jóvenes arrestados sufrió una paliza que lo dejó «gravemente herido», por lo que tuvo que ser internado en el hospital Muasat «bajo rigurosa vigilancia», señaló OSDH.
«Hay dos bandos y eso nos afecta en el estudio. Porque a la universidad se viene a estudiar», enfatiza Bisher Shaar de 21 años en la puerta del claustro donde el presidente venezolano, Hugo Chávez, recibió el doctorado honoris causa.
Bisher dice no creer en los reclamos -que se iniciaron el pasado 15 de marzo pasado- y mucho menos en los activistas y opositores que llamaron a los estudiantes de las universidades sirias a «manifestarse diariamente para dejar claro su rechazo a estudiar bajo el yugo del régimen sirio, así como su apoyo al levantamiento sirio».
«La enseñanza en Siria está mejorando y toda la situación es muy buena con los cambios que se están haciendo. Yo apoyo al presidente porque está actuando contra los terroristas, nos defiende y protege nuestra seguridad», afirma con convicción mientras la bandera siria flamea sobre su cabeza.
«Creo que estamos transitando hacia un sistema democrático. Todo el mundo quiere democracia porque el sistema estaba cerrado y cuando empezaron las manifestaciones se empezó a respirar libertad», esgrime Hala, quien conformó un grupo que imparte conferencias en las escuelas para aprender a tolerar las ideas de los otros «aunque siento que nadie me escucha», dice con decepción.
Una decepción que crece cuando observa que las luchas sectarias también se han extendido a su universidad. «Es verdad, hay tensión religiosa. Es muy impactante saber que asesinaron a un vecino por tener una creencia diferente. Eso no lo quiero para Siria», ratifica la joven que, al igual que Bisher, saben más de lo que hablan.
Ataques
Entre lo que no se dice o no se puede decir están los ataques por parte de miembros de las fuerzas de seguridad sirios contra un grupo de universitarios, hecho denunciado por Free Siria, donde se estima la muerte de cinco estudiantes.
Pero tampoco se habla de la denuncia sobre la desaparición de una docente. Hace tres meses, la profesora Jala Haidar entró en el aula de primer curso de Física de esta universidad -donde impartía la asignatura de Matemáticas- y escribió en el pizarrón: «Las historias de bandas armadas son mentira. Es el ejército y las fuerzas de seguridad los que matan a los manifestantes».
Un minuto después dijo a sus alumnos que renunciaba como profesora en la Universidad de Damasco. Escribió su nombre y estampó su firma debajo de la frase desafiante, provocando la euforia de los alumnos que estallaron en un largo aplauso.
«Inmediatamente se acercó a ella uno de los alumnos, le mostró una identificación de la policía secreta y la detuvo», cuenta bajo identidad protegida uno de sus alumnos. «Aunque varios estudiantes los separaron y protegieron a la profesora sacándola del aula, nadie ha vuelto a verla jamás».
Por su parte, activistas sirios en la clandestinidad confirmaron la veracidad de los hechos y temen que Jala haya sido detenida por la policía siria y que esté siendo presionada para salir en televisión desmintiendo la noticia.
El suceso de esta profesora se enmarca dentro del inicio del «levantamiento de las universidades sirias» contra el régimen sirio, que se inició el pasado 27 de setiembre de 2011, coincidiendo con el inicio del curso académico.
El Gobierno sirio afirmó que «grupos terroristas armados lanzaron obuses sobre la refinería de Masfa, en Homs, una de las principales del país, e incendiaron dos depósitos de combustible».
Estados Unidos dijo que prepara una iniciativa sobre Siria al margen del Consejo de Seguridad de la ONU. Turquía anunció que organizará «cuanto antes» una conferencia internacional sobre la crisis siria