Carlos GIL Analista cultural
Manos
Extravíos. Cuando escribo me veo las manos. ¿Pienso con ellas? Una pianista suspende los acordes con sus manos cruzadas, pero tiene un ojo mirando la partitura y el otro el lugar donde sus dedos van a convertir el tacto en una nota que encadenada nos lleva al éxtasis. Esa escultura que nos orienta en la soledad se realizó con las manos como herramienta definitoria que recibe los flujos que la mente emite por todos los sistemas transmisores de nuestro cuerpo. La bailarina levanta la pierna hasta más allá de donde nuestras cervicales nos permiten seguirla, se repliega y rubrica con un gesto de sus manos que nos embelesa y certifica el paso de la gimnasia al arte del movimiento. Nadie puede garabatear mejor en una pared que un enamorado tejiendo con su manos un epigrama de amor definitivo.
Desconsolado el guitarrista que sufre un accidente en sus manos. De otra dimensión es el arte plástico creado por genios que han tenido un problema físico motriz grave o les falta alguna de sus extremidades superiores. Hemos visto pintar con la boca, hacer bailar con discos colocados con los pies. Son expresiones de la superación del ser humano, de la fuerza del destino, de la capacidad de la voluntad para eliminar todas las barreras que te impidan cumplir con tu objetivo, tu vocación.
El uso del ordenador y sus programas de tratamientos de texto han cambiado la manera de escribir, no sólo en lo mecánico, sino en su resultado final. Son nuestros dedos tecleando los que nos guían, quizás de manera autónoma de los impulsos de nuestro sistema creativo. Valle Inclán y Cervantes acabaron mancos. La mano que crea sola tiene más vigor.