Iñaki LEKUONA Periodista
Una bomba de civilización
Ha asegurado Claude Guéant, ministro de Interior, de Ultramar, de Administraciones territoriales y de Inmigración, que «contrariamente a lo que dice la ideología relativista de la izquierda, para nosotros, no todas las civilizaciones tienen el mismo valor». ¿Xenofobia? Para nada. Porque según Guéant, «las civilizaciones que defienden la humanidad nos parecen mejor que las que la niegan». Y visto así, al máximo jefe de la Policía, encargado de las colonias francesas, administrador de la centralización y programador de expulsión de extranjeros no le falta razón.
Porque, qué grande es la civilización occidental. ¿Qué hubiera sido hoy de este planeta si, a lo largo de estos últimos siglos, Europa no hubiera desarrollado -con inconmensurable abnegación cristiana- esa gran misión colonizadora en el resto de continentes? ¿Qué hubiera sido de nosotros sin esas dos guerras mundiales que irradiaron los fundamentos de nuestra civilización desde Hiroshima hasta el atolón de Mururoa?
Qué grande es Claude Guéant. Y qué preclaro. Estos días viaja a Martinica y Guadalupe, islas francesas desde que los antepasados del ministro se asentaran, fusil en mano, en el Caribe. Allí podrá profundizar en sus sabias reflexiones con los antepasados de aquellos que fueron cordialmente raptados en África para ser vendidos y explotados como esclavos en las plantaciones insulares de azúcar o cacao. Y tras este viaje, se dirigirá a la Polinesia, donde filosofará con aquellos que sufrieron los ensayos nucleares que Francia llevó a cabo entre 1966 y 1996 con el noble objeto de defender la humanidad. A ver si les convence de que esta civilización es la bomba.