Carlo Frabetti Escritor y matemático
El futuro de Cuba y de Euskal Herria
Cuba y Euskal Herria avanzan hacia una misma meta, que no es otra que la plena autodeterminación, lo que supone superar la opresión económica e ideológica del imperialismo estadounidense y del subimperialismo europeo
Mpe piden que escriba la «segunda parte» de mi artículo «Victoria inaugural» (http://old.kaosenlared.net/noticia/victoria-inaugural), en el que, entre otras cosas, digo que «no es casual que la revolución cubana y la izquierda abertzale nacieran a la vez, y tampoco es casual que a la vez hayan conseguido sendas victorias históricas. Cuba ha roto el cerco imperialista y ha desembarcado, más vigorosa que nunca, en el continente americano. La izquierda abertzale ha obligado al Gobierno español a aceptar la confrontación en el terreno político, algo que el terrorismo de Estado quería hacer imposible. Y la coincidencia de ambas victorias inaugurales es algo más que un buen presagio».
¿Un presagio de qué?, me preguntan algunos. ¿Hacia dónde va Cuba? ¿Y Euskal Herria? ¿No están recorriendo caminos inversos, Cuba hacia la economía de mercado y la integración, Euskal Herria hacia la separación y el socialismo? ¿No acabará el capitalismo dominante sofocando o absorbiendo ambos proyectos históricos? Obviamente, no tengo las respuestas. Es más, creo que el mero hecho de intentar responder de forma precisa sería, más que una osadía, una impostura. Pero se puede -y se debe- precisar las preguntas.
Cuba y Euskal Herria avanzan hacia una misma meta, que no es otra que la plena autodeterminación, lo que supone superar la opresión económica e ideológica del imperialismo estadounidense y del subimperialismo europeo; pero avanzan desde lugares distintos, por lo que sus caminos no son paralelos, e incluso pueden parecer opuestos: de acercamiento a la economía de mercado en el primer caso y de alejamiento en el segundo. Sin embargo, el mercado hacia el que va Cuba no es el mismo que el mercado del que Euskal Herria quiere alejarse (no todos los vascos en la misma medida, pero casi todos en alguna medida).
Después de cincuenta años de revolución, Cuba puede y debe aspirar a una economía en la que cierto tipo de empresa privada sea compatible con los logros del socialismo. Porque el socialismo no se opone a la propiedad privada ni a la iniciativa personal, como algunos creen y otros quisieran hacernos creer: lo que el socialismo no puede admitir es la propiedad privada de los recursos naturales y los grandes medios de producción, ni la formación de grandes empresas basadas en la explotación de las trabajadoras y los trabajadores. La aparición de una nueva superpotencia en Asia, económica e ideológicamente contrapuesta a Estados Unidos, así como el bloque regional de poder que se está consolidando en Latinoamérica, permiten augurarle a Cuba el gran futuro que merece.
En cuanto a Euskal Herria, cabe esperar que se produzcan al menos dos cambios sustanciales: el abandono de la actual política penitenciaria por parte del Gobierno, y la consolidación de las relaciones entre la izquierda abertzale y las organizaciones genuinamente anticapitalistas del resto del Estado español. El hecho de que no haya casi nada ni casi nadie a la derecha del PP podría, paradójicamente, facilitar las cosas, pues el PSOE no se atreverá, desde sus supuestas posiciones progresistas, a reprocharle al PP los acuerdos a los que, abierta o solapadamente, tendrá que llegar con la izquierda nacionalista vasca; cuando esto suceda, el Gobierno solo tendrá la oposición vociferante de UPyD, de algún (otro) grupúsculo de extrema derecha y de lo más rancio de las víctimas oficiales. Y puede permitírselo. Lo que el actual Gobierno no puede permitirse es que las más de cien mil personas que el 7E salieron a la calle exigiendo la libertad de los presos políticos pasen a la acción.
Y, por último, un pronóstico propiamente dicho (lo anterior son obviedades), que tal vez a algunos les parezca optimista: el 15M, que empezó siendo un movimiento «apolítico» (es un decir: no hay nada más político que una amplia movilización popular), no solo tendrá continuidad -ya la está teniendo-, sino que verá cada vez con mayor claridad que el enemigo a abatir no es otro que el capitalismo, y que la revolución cubana y la lucha del pueblo vasco por la autodeterminación son referentes imprescindibles. Y aliados naturales. Consolidación y convergencia de las luchas emancipatorias: este será el signo político de la segunda década del siglo XXI.
Esta no es nuestra crisis: es la crisis del capitalismo; para los pueblos, las clases, los géneros y las especies oprimidos, es una oportunidad histórica.