Otra celebridad de la canción y del cine que se nos va, para regocijo de columnistas y cuantos aprovechamos el obituario del famoso de turno, con tal de llenar espacio. Los lectores también participan del fenómeno, y así leía en un diario de provincias una carta al director dedicada a la memoria de Whitney Houston, escrita por un admirador bastante despistado.

Me imagino que se la publicaron, a pesar de la errata de bulto que contenía, porque su mensaje en contra de las drogas encaja con el discurso moralista de la prensa de derechas sobre el estilo de vida autodestructivo de los artistas endiosados. La cuestión es que el consternado fan afirmaba que el mito prevalecería por encima de la muerte a causa de las dependencias, gracias a canciones tan inolvidables como el tema principal de «Titánic».

El hombre se había equivocado de película, de canción y de intérprete. Sin saberlo, a quien realmente admiraba era a Céline Dion cantando el «My Heart Will Go On». Y la de Quebec sigue viva, así que puede respirar tranquilo. A no ser que la reciente pérdida de Amy Winehouse, la blanca que cantaba como una negra, haya terminado de confundirle. Y es que son ya tantos mitos, que cualquiera se equivoca.

Espero que las noticias de estos días le refresquen la memoria, ya que las ventas de la banda sonora de «El guardaespaldas» se han vuelto a disparar, entre otros motivos porque Jennifer Hudson cantó en la entrega de los premios Grammy el «I Will Always Love You», luciendo una figura casi tan esbelta como la de Whitney Houston, porque para ser un mito hay que quedarse en los huesos.