Crónica | Hermanados en la Euskal etxea
A falta de carpa conjunta, una recepción compartida
No hubo carpa conjunta entre guipuzcoanos y baskonistas; consecuencias de la crisis económica y la necesidad de tener que apretarse el cinturón. Aunque bueno, quizá alguno se lo tuvo que aflojar, después de la recepción ofrecida por el Grupo Sagardi en la Euskal Etxea de la capital catalana.
Arnaitz GORRITI
La Plaçeta Montcada, situada en el Born de Barcelona, junto al Museo Picasso, con sus callejuelas angostas y edificios añejos, ofrecía un aire de parte vieja de cualquier capital vasca. Bueno, la presencia de decenas de bufandas azules donostiarras y azulgranas baskonistas, camisetas rojas, azules y demás también ayudaba, atraída por la recepción organizada por el Grupo Sagardi en la Euskal Etxea. Así como contemplar, en tre gente anónima, simplemente aficionada al baloncesto, a los rectores de Gipuzkoa Basket Gorka Ramoneda, Miguel Santos, la consejera Nekane Arzallus... Igualmente, personajes institucionales como el alcalde de Donostia Juan Karlos Izagirre, la presidenta de las Juntas Generales de la Diputación de Gipuzkoa Lohitzune Txarola, o el teniente alcalde de Barcelona, Jaume Ciurana, entre otros.
El presidente de la Euskal Etxea de Barcelona, Aitor Arruti, fue el primer orador, en euskera y catalán, y subrayó que «nuestro deseo es que la cultura vasca sea un referente en Barcelona», de modo que subrayó la «ilusión» que le hacía la «llamada de los directivos de Gipuzkoa Basket» en este cometido. A cambio, Arruti recibía de manos de Miguel Santos y Gorka Ramoneda una camiseta encuadrada y firmada por toda la plantilla.
Por el mismo camino, Jaume Ciurana quiso expresar que «la Euskal Etxea es una embajada excelente del pueblo vasco, con una actividad cultural realmente interesante y completa, lo que supone un añadido para la ciudad». Asimismo, mostró su «disposición para ayudar a Donostia en la capitalidad europea de 2016, ya que tanto el País Vasco como Catalunya son dos naciones que, tanto política como culturalmente, están condenadas a una cierta clandestinidad internacional».
Y como, aparte de propiciar un ejercicio de hermanamiento, la Copa es en definitiva una competición, qué menos que recordar las palabras finales de la alocución de Juan Karlos Izagirre, extensible a las dos aficiones presentes en la Euskal Etxea: «Ya que estamos aquí, vamos a disfrutar de este momento. Pero en fin, con el permiso del resto de los participantes, vamos a tratar de llevarnos la Copa. Y, si perdemos, pues entonces iremos con el Baskonia». No es mala manera de estrechar lazos.