GARA > Idatzia > Iritzia> Txokotik

Fermin Munarriz Periodista

Como puñales

Hemos visto estos días al juez español Baltasar Garzón aplaudido por gentes que intuimos demócratas, tal vez de izquierda, por víctimas del franquismo y hasta por madres de desaparecidos argentinos. El respeto y cariño que merecen todos los bregadores de la memoria y de la justicia, allá donde fuere, obligan a hacer más prudente, pero no por ello menos necesaria y clara, la expresión de nuestra amargura. Hablo en plural porque otras muchas personas querrían transmitírselo pero no pueden. Su señoría -la de ustedes- los arrojó a prisión o arruinó sus vidas.

En esta tierra sabemos de la crueldad de los dictadores hasta la víspera misma de su último resuello. Y como ustedes, también rescatamos la memoria a paladas de tierra abonada con huesos. Y comprendemos que es tan grande el coraje por la verdad y el deseo de hallar reparación y descanso, que se puede ver luz donde apenas hay fuego fatuo.

Somos conscientes de las distancias, pero también de las cercanías. Con jueces o sin ellos, en España -y también aquí- les llamaban «rojos» y en Argentina «subversivos». Ahora, «terroristas». Y hubo de todo: combatientes armados, sindicalistas y maestros de escuela. Aquí y allá, entonces y ahora. Aquí ha sido precisamente su señoría la que llevó a la práctica judicial el embudo de «todo es ETA» que ideó Mayor Oreja, aquel para quien el franquismo fue una etapa de «extraordinaria placidez». Y las instrucciones del juez al que ustedes aplauden se llevaron por delante medios de comunicación, partidos, organizaciones ciudadanas, movimientos por los derechos civiles y cientos de personas que trabajaban de manera legítima y generosa por lo que creen.

Armados o civiles, los autos arrastraron de madrugada a cientos de hombres y mujeres vascas que salieron sanos de sus hogares y llegaron reventados a los pies de su señoría tras los días de incomunicación que él mismo decretaba. Sus gemidos de denuncia nunca traspasaban las paredes, y todavía hoy esperan el mismo descanso que ustedes. El abrió caminos que luego se hicieron ley a fuerza de ser práctica habitual.

Un arado tan grande levanta demasiado polvo como para no verlo desde la distancia. Comprendan por ello que en este rincón, tan sufrido como los suyos, hay aplausos que duelen como puñales. Porque así perdemos todos.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo