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CRíTICA cine

«El último magnate» La era de Horacio Echevarrieta

Mikel INSAUSTI

Antonio Hergueta y Olivier Van Der Zee han hecho un documental histórico ejemplar en todos los aspectos, en el que prevalece el interés de la información, la cual resulta reveladora para entender una parte del pasado que no suele ser tratada habitualmente, debido a que la época de entreguerras se ha quedado un poco en tierra de nadie. Lo más fascinante de “El último magnate” es la forma en que reconvierte dicho periodo olvidado en un mar de posibilidades, sobre cuyas revueltas aguas navegó el empresario vasco Horacio Etxevarrieta, hasta acabar naufragando. Pero la película nunca quiere ser la crónica de un fracaso, sino el descubrimiento de un mundo sin fronteras donde todo parecía posible, y donde los mayores avances se dieron gracias a gente así de aventurera y visionaria. En comparación con otras semblanzas o biografías sobre grandes magnates, ésta no difiere en el fondo de la de un Howard Hughes, en cuanto que eran hombres de negocios que veían en los nuevos medios de transporte la conquista del futuro. Es por tal motivo que pertenecen al tiempo de cambio que les tocó vivir, y fuera de él no supieron o no pudieron instalarse.

La figura de Horacio Echevarrieta da para una ficción, y alguien debería recoger el guante lanzado por este documental que sienta las bases precisas mediante una ardua investigación, destinada a buscar y ampliar las huellas dejadas por el industrial de Neguri a su paso por la Europa de los locos años 20. Una de las lecciones que se extrae de tan minucioso estudio de reconstrucción, es la del origen de muchas de las contradicciones heredadas por la política actual. Echevarrieta se decía republicano, pero para crecer necesitó de los contactos políticos, tanto de los internos con la dictadura de Primo de Rivera y con el rey Alfonso XIII, como de los exteriores con la República alemana de Weimar, a través de las operaciones secretas a espaldas del Tratado de Versalles llevadas a cabo por los armamentistas Wilhelm Canaris y Walther Lomann.

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