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Raimundo Fitero

Dimisiones

Amanecer un día carnavalero y comprobar que en los dos polos de la Europa de los mercados se conjuga el verbo dimitir es un golpe de realidad que provoca sonrojo guiñolesco. Que nada menos el presidente de Alemania, Christian Wulff se vaya a su casa por unas acusaciones de corrupción y tráfico de influencias es algo difícil de asimilar desde este lugar del globo en el que mirar Ebro abajo o Ebro arriba, se llega a la conclusión de que la corrupción es un estado de gracia y el tráfico de influencias una consecuencia del bautismo político.

Esta noticia nos llega de la opulenta Alemania, donde Ángela Merkel asume esta controversia con una normalidad absoluta, porque se trata de solucionar un problema en un segundo, no en enquistarlo, judicializar el problema, porque lo que interesa, idiota, es la economía. Y la economía no quiere bromas, ni más corrupciones que las intrínsecas a toda acción de mercado o bancario y no el menudeo. Insisto, se trata de una acusación, no de una implicación judicial ni de una sentencia. Bueno, no es necesario insistir: como dice ese portavoz con micrófono sin conexión llamado González Pons, el que el PP se adscriba a lo de cristiano, no tiene connotación religiosa. Es algo obvio, meridiano, y quien diga lo contrario, miente. Se trata de una simple referencia futbolística. Es un partido ronaldista.

Pero en esa Grecia maltratada, machacada, exprimida hasta la extenuación, en peligro de ruptura interna y de exclusión del euro, el ministro de Cultura, Pavlos Gurulanos, ha dimitido de manera fulgurante al enterarse del robo en el museo arqueológico Olimpia donde dos encapuchados armados se han llevado piezas de cerámica y oro de valor incalculable. La crisis había hecho reducir el presupuesto de seguridad, y solamente una persona custodiaba el edifico. Esta dimisión se puede entender como un acto de protesta, como un grito ante los recortes, ante la asfixia a la que se está sometiendo al pueblo griego, a sus estructuras económicas, políticas, sociales y culturales. Y este robo es un detalle más, y si se confirma la dimisión del ministro, se trata de un importante gesto político de primer orden.

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